La verdad es que yo siempre he sido carne de bullying. Sí, todos estamos de acuerdo en que el acoso escolar no debería existir, pero es una realidad que probablemente jamás consigamos erradicar.

Es duro, pero la mayoría de nosotros lo hemos sufrido, lo sufriremos o alguien cercano lo ha sufrido o lo sufrirá, y es tan culpable la persona que participa de forma activa en él como aquella que actúa de simple espectador y no hace nada por pararlo, aliviarlo o por consolar a la persona que lo sufre en cuestión.

Una vez dicho esto, os comentaré los injustos motivos por los que yo estaba en el punto de mira de mis acosadores: estaba (y estoy) gorda, soy más velluda de lo «normal» en una chica, tenía el pelo encrespado (de bruja), me vestía como una «abuela», era más infantil que la mayoría de mis compañeros, era una empollona y, por si todo esto fuera poco, me pusieron gafas.

Cuando conocí a mi primer novio y empecé a salir con él (a los catorce años), el bullying se alivió un poco, pero empezaron a circular rumores sobre mí por todo el instituto, la mayoría de ellos derivados de nuestro gusto estético-musical (éramos rockeros, metaleros, góticos o como quieras llamarlo).

Así que aquí os dejo una recopilación de los más absurdos:

– Paula folla con las luces encendidas.

A los catorce años, si follar de por sí ya era un escándalo, imaginaos lo escandaloso que es que una gorda lo haga a plena luz, sin ocultarse; o, al menos, eso era lo que todos mis compañeros de clase pensaban.

Quizás piensas que este rumor no está «a la altura», pero con esa edad y siendo un colmo de inseguridades ambulante, cuando te han acosado física y verbalmente desde que tienes uso de razón… hace mucho daño. Porque lo primero que piensas es que eres tan horrorosa y das tanto asco que a nadie le cabe en la cabeza que tu novio pueda querer acostarse contigo si te ve al completo.

Visto desde mi perspectiva actual, casi podría habérmelo tomado como un halago, puesto que eso hubiera significado que tenía la suficiente seguridad en mí misma como para estar tan libre de complejos y contestar: «Sí, follo con la luz encendida para que puedan ver lo hermosa que soy».

Pero a esa edad no follaba y, de haberlo hecho, hubiera sido con las luces apagadas. Por eso las risas dolían tanto.

– Han visto a Paula follando en un banco del parque.

Mis compañeros de clase me vieron besándome con mi recién estrenado novio en un banco del parque.

Como suele pasar en los pueblos, los rumores corren como la pólvora y, no solo eso, tienen efecto de bola de nieve.

Al día siguiente, todos en la clase sabían que «la gorda» había tenido la desfachatez de haberse estado morreando en público.

A la semana siguiente, todos en el instituto hablaban sobre cómo «la gorda», como estaba desesperada, se había dejado manosear en ese banco. Algunos hasta juraban haberle visto su sebosa teta.

Pasaba otra semana, y «la gorda» no sólo estaba sobeteando a su novio, sino que estaba montada a horcajadas sobre él y muchos insinuaban que estaban follando.

En poco menos de un mes, todo el vecindario rumoreaba sobre lo poco decente que era, que andaba follando por las esquinas y escuché algún que otro susurro que iniciaba la mecha de que estaba embarazada e iba a abortar.

Por suerte parece que esto último no cuajó.

Me reía por no llorar, porque era bastante imposible que fuera a abortar cuando ni siquiera había tenido mis primeras relaciones sexuales.

– «¿Niña, tú qué eres gooortica?»

Una gitana me acorraló en plena bajada de las escaleras del instituto, me miró de arriba abajo (desde mis converse, pasando por mis medias rotas y mi collar de pinchos, hasta llegar a mi pelo teñido de negro azulado y mi delineado de ojos extra grueso), y me espetó esa pregunta: «¿Niña, tú qué eres gooortica?».

Intuí que quería preguntarme si era gótica y ni yo misma tenía muy claro lo que era. Sabía que me gustaba la estética escura, escuchaba a Evanescence, Mägo de Oz y Marilyn Manson a todas horas, me juntaba con amigos que le tiraban más al rollo metalero y pintaba cuadros inspirados en las obras de Victoria Francés; pero todo eso era demasiado largo y complejo de explicar a alguien que no sabía nada de mí y a la que le iba a sonar a chino. Así que opté por asentir.

Entonces me dijo que no estaba bonito renunciar a Jesucristo, que Dios me iba a castigar por pecadora, que no debía rezarle a Satanás y no sé cuántas mierdas más.

Obviamente, todos confundieron el movimiento gótico con ser satánica o atea, pero a mí ya me daba igual. Estaba acostumbrada a estar en la boca de todos y a que me miraran raro, cuchichearan y se rieran cuando pasaba.

Pasaron de tenerme asco o convertirme en su objeto de burla a tenerme… ¿miedo?


– Dicen que haces orgías de sangre.

Este creo que fue el más absurdo de todos, la verdad.

¿Alguien me puede explicar qué es una orgía de sangre? ¿No? ¿Nadie? Vaya, pues parece que me voy a seguir quedando con las ganas de saberlo.

Un día llegué a clase y mi amiga y compañera de pupitre me miró muy seria y me dijo: «Dicen que haces orgías de sangre».

Las dos nos miramos y nos echamos a reír mientras nos encogíamos de hombros. El nuevo rumor sobre mi persona es que hacía orgías… pero no unas orgías cualesquiera, no, orgías de sangre. Y vete tú a saber qué leches es eso.

Yo creo que la gente se aburre mucho, que ve a la gótica/rarita con un libro sobre vampiros, vestida mucho más ligera de ropa de lo que solía vestirse y rodeada de un grupito de gente tan «rarita» como ella. Suman dos y dos y en vez de obtener cuatro… obtienen una orgía. Como es gótica, digamos que es una orgía de sangre, que mola más y suena mucho más impactante.

Y que conste que no solo lo oí esa vez y de boca de mi amiga, no, hubo más gente que lo rumoreaba y alguno que otro se atrevió a preguntármelo a la cara.

Llegó un momento en el que me harté y a uno de los que me preguntó le solté algo así como: «No, ¿eso cómo va? Porque la verdad es que suena interesante y, si me explicas un poco sobre el tema, lo mismo me apunto».

Estaba aprendiendo a contestarles y eso les sacaba de quicio.

– Paula y su novio le sacaron una navaja a unos niños en el autobús.

Por culpa de éste nos llamaron al despacho del director a mi novio de por aquel entonces y a mí. Unos chavales un par de años más pequeños que nosotros, nos habían acusado de haberles sacado una navaja la tarde anterior mientras íbamos en el autobús de camino a la ciudad.

La verdad es que estaban metiéndose con nosotros y estábamos tratando de ignorarlos pero, cuando empezaron a ensañarse conmigo, mi novio comenzó a acercarse a ellos y a alzar la voz. Él tenía las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta vaquera mientras hablaba, y ellos comenzaron a gritar: «¡Lo siento, lo siento, pero guarda esa navaja!». No entendimos muy bien qué pasó, pero en la siguiente parada se bajaron y huyeron despavoridos.

Al día siguiente habían ido a dirección a poner una queja contra nosotros.

Creo que nunca he sentido tanto miedo como esa vez.

Algunos profesores tuvieron dudas sobre nosotros y, si yo no llego a ser una estudiante modelo, no quiero saber lo que hubiera pasado.

Tuve la suerte de que creyeran la verdad, pero nos advirtieron que no nos metiéramos en peleas y que, de hacerlo, estas fueran con las manos fuera de los bolsillos.

Ridículo, ¿verdad?

– Paula es lesbiana.

Esto fue anterior a todos los demás.

Cuando entré en el instituto, lo hice por la puerta grande: además de llevar una mochila de las W.I.T.C.H., también tenía el pelo corto, de punta y con mechas rojas.

Con doce años, si tienes el pelo corto y tienes una única amiga, con la que vas a todos lados, automáticamente te conviertes en la lesbiana del instituto.

Lo peor es que yo intentaba disolver este rumor a base de ser más «femenina», e iba todos los días a clase maquillada como una puerta, con faldas e incluso con taconcitos de tres centímetros (cosa que hacía que se metieran aún más conmigo).

Creo que estos han sido los rumores más originales, inusuales y divertidos que han circulado sobre mí.

¿Dijeron cosas del estilo (o diferentes) sobre vosotros? La verdad es que me gustaría leeros.

@caoticapaula