¿Sabes cuando tu amiga deja por fin al sieso de su novio que la trata como el culo y que le puso los cuernos mil veces y tus amigas y tu os deshacéis en aplausos por la ruptura? Pues ahora imagínate que vuelven. Esta es la situación de Mónica, que después de 6 años de relación decidió dejar a su novio y sus amigas la felicitaron hasta la saciedad y ahora que han vuelto, no sabe qué hacer.

El novio de Mónica es ese chico que hace bromas constantemente sobre el físico de la gente que pasa, que la ridiculiza a ella cuando están con sus amigos, que siempre sabe más que los demás de cualquier tema del que se esté hablando y que tiene el mejor trabajo, el mejor coche y conoce mejor que nadie la hora idónea para poner la lavadora más barato. Así, de principio, ya cae mal, pero si a eso añades las cosas que ella les  iba contando a sus amigas al principio cuando necesitaba desahogarse…

Y es que nunca la trató del todo bien, jamás la tenía en cuenta y menos aún sus sentimientos, además al ver que sus amigas eran personas abiertas, alegres y que no le prestaban una atención especial a él (como el ser de luz que cree ser), pronto había empezado a buscar discusiones cada vez que ella quedaba en grupo, por lo que, poco a poco, se había distanciado de ellas para evitar el mal clima en casa.

Creo que es más que justificado que sus amigas celebrasen aquella ruptura; habían recuperado a una amiga, se habían deshecho de aquel estúpido y ahora podrían verla feliz y disfrutar de sus logros todas juntas. Ella durante los primeros meses avivó la llama del odio que sus amigas le tenían a su ex, contándoles lo cerdo que era en cuanto a su higiene personal, lo egoísta que era en el sexo y lo poco atento que se mostraba en cuanto a detalles o fechas especiales.  Ellas, como hienas hambrientas, escuchaban a su amiga, ávidas de destrozar verbalmente a aquella carnaza que su amiga les llevaba. Salía de sus reuniones nueva, totalmente libre de la culpa que sentía por haber soportado ciertas cosas y sus amigas, por su lado, satisfechas por estar ayudando a su amiga a ver el lado positivo de la ruptura.

Pasaron los meses y ella dejó de hablar de él, como es natural. Ya estaba metida en la rutina de sus amigas, quedadas los viernes en la cervecería de la prima de una de ellas y los sábados copas en el centro. Algún café entre semana, alguna salida de compras… Pero una semana no quiso salir porque estaba cansada. La siguiente se sentía mal, le había cogido el frío con el aire acondicionado tan fuerte de la oficina y quería descansar… Y así, poco a poco, dejó de quedar con ellas casi del todo. Lo que ellas no sabían era que aquel personaje odioso había vuelto a aparecer, había pedido disculpas por haberla dejado (porque algo que Mónica había olvidado comentar era que él la había dejado a ella y que ella seguía enamorada) y que, tras haberse tirado a saber a cuantas otras chicas, se había dado cuenta de que ninguna estaba a la altura de su Mónica. Ella calló en las redes del romanticismo al minuto uno y no puso en duda el sufrimiento que él había pasado, a pesar de tener en su teléfono acceso a las redes sociales de él donde podía ver cómo, sin ningún tipo de pudor, había compartido fotos y vídeos de las fiestas que se había corrido en ese tiempo y más morreos de los que una quisiera contar, que había hecho públicos y no había tenido a bien eliminar. Ella, nuevamente ciega de amor, perdonó absolutamente todo, olvidó haber jurado que jamás estaría de nuevo con un tío que dijese eso de que el sexo oral es unidireccional y que no volvería a permitir que un hombre la separase de sus amigas. Ahora era ella quien, por vergüenza, se separaba de ellas.

Se moría al recordar cómo sus amigas habían despellejado a su amor y, sobre todo, cómo ella las había azuzado. Tenía miedo de que la rechazaran, de que lo criticaran, de que la intentasen convencer. Pero, además de esto, estaba bastante ofendida por todo lo que ellas habían dicho sobre él. Sabía que tenían razón, pero que fueran capaces de decirlo había roto una barrera difícil de volver a poner. Sentía pena, vergüenza y rabia, todo a un tiempo. Así que, las pocas veces que quedaban les hablaba de aquel chico misterioso que la estaba enamorando y fingía estar encantada al fin con aquellas cositas que su ex ni sabía ni quería hacerle y que su nueva pareja dominaba a la perfección. Al fin un hombre bueno que la apreciaba, la hacía feliz y la satisfacía de verdad. Luego, a escondidas, volvía a su casa, donde aquel idiota aparecería horas más tarde, borracho y pidiendo que ella se arrodillase a darle placer antes de dormir la mona, como cada vez que salía sin ella. Una de esas manías que ella consentía, pero que la hacían sentir tan mal…

Ahora estaban juntos de nuevo. Él ni se percató de que sus amigas no lo sabían, a fin de cuentas, a él qué más le da. Y ella sufre cada vez que tiene que mentirles y siempre sale a escondidas por los sitios donde sus amigas no suelen estar cuando (rara vez) salen juntos por ahí. Esperemos que no sea tarde cuando vea que lo que tiene a su lado no es un compañero de verdad o que, al menos, se sincere con sus amigas para que la apoyen de nuevo cuando lo vuelva a pillar en una infidelidad o la vuelva a dejar sin previo aviso.

 

 

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