Hoy me atrevo a contarte lo que supuso para mí admitir que me gustaban las mujeres.

En mi fuero interno sabía que la princesa Leia me atraía más que Hans Solo, que en Romeo y Julieta, fue la protagonista femenina la que me robó el corazón y que era más de ‘Jóvenes y brujas’ que de ‘Jóvenes aventureros’. A pesar de todo, no quise reconocer que era bolli hasta que ya tenía una cierta edad.

Ya he mencionado en alguna ocasión que mi salida del armario fue algo tortuosa. No es gracioso que lo admita, pero creo que más bien me tropecé y me di de morros con la realidad.

Una de las consecuencias admitir que era lesbiana y gritarlo abiertamente fue el rechazo que sentí al contarlo.

¡No exagero! Mi círculo cercano de amigas reaccionó de maneras muy distintas entre sí.

Hubo una de ellas a la que pasé a llamar ‘la capricho’. Ella decía que el estar con una mujer era solo una fase y que era una fantasía sexual que quería cumplir y nada más. ‘Ya verás, tonta, solo tienes que tirarte a un par de tías y luego buscar al hombre de tus sueños’.

Como puedes imaginar, amiga mía ya no es, pero ella sigue pensando que este capricho me dura 10 años porque soy de procrastinar las cosas, y solo tengo que focalizar mis fuerzas para encontrar mi destino.

Al mismo tiempo, otra persona con la que compartí los mejores años de mi adolescencia me dijo que siempre he sido ‘imprevisible en el amor’, hasta tal punto que me gustaba una chica en particular, pero eso no era amor, solo obsesión.

Seguro que a ti también te ha sonado la melodía de aquella canción mítica en la cabeza, ¿a que sí?

Realmente todo esto provocó que mi amiga se obcecara en evitarme. Si le decía de quedar, le venía mal; si llamaba, no me lo podía coger y si le escribía, siempre tenía trabajo.

Sí, esa relación de amistad se esfumó, pero a día de hoy ella critica a mis espaldas que no la invité a mi boda. ¿En serio?

 

Por último, me topé con varias amigas que me preguntaron la cuestión que a toda hetero le ronda por la cabeza cuando su amigui sale del armario: ¿yo te he gustado alguna vez?

La gracia en este caso es que, si dices que no, se enfadan y ofenden porque son maravillosas, y si resulta que ha sido que sí y lo admites, se esfuman porque temen que ser tu nuevo objetivo.

Y así fue cómo a partir de 2013 cambie mi circulo de amistades por razones ajenas a mi persona. La moraleja con la que me quedo es que los cambios son siempre para bien.

Quiero pensar que hay gente que sale airosa y feliz del armario, porque vale la pena estar fuera, aunque no siempre tengas apoyo; que seguir dentro y por no admitir lo que te hace feliz.