Odio reconocer esto, pero soy una “talibana” de la barba. No me siento bien, pero es como estar con dos novios distintos. Y yo solo quiero a uno.
Era feliz con mi chico barbilampiño en los inicios de la relación, hace más de 10 años. Pero, cuando en una relación de pareja el amor se pone a fuego lento, es frecuente que descuidemos o desechemos algunos viejos hábitos.
De repente, lo que tiene que ver con pelos comienza a dar mucha pereza. Ellos ya no se afeitan si antes lo hacían, y nosotras no nos sometemos a las mismas sesiones de depilado. Nos podemos consolar diciendo que es empoderamiento, pero muchas veces tiene más que ver con la sensación de que se ha aliviado la presión social. Ya has conseguido pareja.
Me hace gracia porque, ahora que tanto se lleva el contouring y que han vuelto las sombras de ojos bien cargadas, leo con frecuencia eso de “Le cambió hasta la nacionalidad” o “Hay que llevarlas a la piscina en la primera cita para ver cómo son realmente”. Pues un consejo para los hombres: id bien afeitados, y luego ya se verá. Presentarte con barba la primera vez es como llevar una bolsa de papel en la cabeza. Como Marshmello. Y luego todo son problemas.
Barba en su punto
Que la barba esté recortadita y en una longitud adecuada, es como estar de luna de miel. Me hallo especialmente pegajosa en esos días, hasta el punto de motivar que él busque su propio espacio. Me huye porque le falta con oxígeno con tanto amor y tanto apretón.
En mi caso, esta parte del ciclo dura 8 o 9 días, tampoco es que los tengas contados. Es una suerte para él que no dure más.
Barba alta
Llega un momento en que la barba está demasiado larga. No tengo problema alguno con su rollo naúfrago, y aunque lo tuviera. La cuestión es que le resulta incómodo.
Mi novio es una muestra de la incompatibilidad entre tener barbas muy pobladas y ser un poco desordenado comiendo. El hombre tiene poco cuidado, y la situación es desastrosa cuando se trata de tostas, canapés y ciertas tapas. Resulta cómico vernos: él acumulando servilletas, y yo pasando los dedos de vez en cuando para agitar su pelambrera y que caigan los restos orgánicos. Como quien pasa la escoba.
Llega un momento del ciclo en el que él introduce sus dedos entre la barba, para constatar los largas que están, y dice: “Esta semana me voy a afeitar”. Y es entonces cuando mi corazón se encoge del miedo.
Barba baja
El día nefasto en que le toca rasurado, se lleva media hora en el baño y luego se presenta ante mí sin decir nada, buscando mi aprobación. Como cuando yo llego de la peluquería con el tinte recién echado o un corte nuevo. Me molesta que lo haga porque me pone en la tesitura de hacer comentarios que no quiero hacer.
Mi novio siempre me ha parecido guapo, ese no es el problema. El problema es que es como estar con otra persona. Es tener que acostumbrarte a otra cara durante unos días, hasta que la barba vuelva a estar en su punto.
Me doy cuenta de que esos días ando menos cariñosa y se produce justo lo contrario que en la fase de barba a punto: yo ando esquiva y él me busca más, así que hasta le cambia la actitud. No exagero. En cuanto a mí, cuando digo esquiva, digo que hasta me parece que hace más ruido comiendo.
Él aguanta el tirón como puede hasta que la parte de barba larga del ciclo nos devuelva el equilibrio.
A mí me consuela saber que no soy la única. Ya he tenido esta conversación con mis amigas, y hay una que es igual de “talibana” de las barbas que yo. Solicita a su marido que se quite la barba solo en ciertos momentos, porque él le tiene dicho que tiene que afeitarse al menos dos veces al año. Ella busca que no coincida con ningún evento importante.