Llevo unos meses yendo al gym y aunque no veo resultados a nivel físico no es lo que más me interesa. Como vi una vez en un comentario de las que llamo “fitfluencers” a la cabeza me sienta de locos.

El caso es que un día de agosto, con un calor infernal a pesar del aire acondicionado, vi a un montón de chicas delgadas quitarse la camiseta y hacer ejercicio en sujetador de entrenamiento y pensé: “qué demonios, estamos en 2023 y somos libres de mostrar nuestras lorzas sin que nos juzguen”.

Craso error.

La metáfora de la locura se volvió muy literal, irónicamente, al saltar a la cuerda. No sé si fue por el sudor, por impulsarme más de lo habitual o porque con el peso el pecho se me bambolea más que al resto.

El caso es que mientras sonaba Rigoberta Bandini me encontré de repente con una teta totalmente fuera del suje deportivo, que se supone que está hecho para eso, para sujetar. La coincidencia hizo más cómico el asunto para algunos, eché un vistazo a mi alrededor y vi que todo el mundo me miraba. Hubo quien no tardó en murmurar sobre los efectos de la gravedad.

Qué pena que no les cayera una manzana en la cabeza a cada uno. Las risitas contenidas y comentarios continuaron: “ya sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas”, comentó la más osada. Para ella “Sororidad” debía de ser un plato mexicano.

Fue un “tierra trágame” en toda regla. Al menos por unos minutos. ¿Tuve ganas de mandarlos a todos a la mierda? Claro. ¿De llorar? Evidentemente.

¿De dejar de ir al gimnasio en el que tan bien me lo había pasado hasta el momento? Por supuest… ¡Qué coño! ¡Por ahí no pasaba!

Por una vez decidí no amedrentarme y defender a la niña gordita y con el ojo vago que se sentía rechazada por el resto del mundo y que todavía llevo dentro de mí y a veces sale a relucir. Me metí la teta dentro y seguí saltando, esta vez de forma más firme.

Mientras saltaba recordaba la frase del personaje de Hugh Grant en Love Actually: “y dado que los abusones no entienden más que la fuerza, hoy estoy dispuesto a ser más fuerte”. Cuando terminé, me dirigí al vestuario derrochando flow al ritmo de “Flowers” de Miley Cirus.

Gordillera