Que a muchas nos cambia el ánimo un buen maquillaje con el que gritamos al mundo lo reinas que somos es cierto, que no es necesario maquillarnos para reconocernos como diosas también. Pero como amante del maquillaje no puedo resistirme a hacerlo participe en mis juegos de miradas, en mis respuestas directas, en mi orgullo cuando voy con la cabeza alta, en los arañazos placenteros sobre la piel ajena…Y es que como buen añadido se convierte en todo un disfrute, ¡porque aquí hemos venido a pasarlo bien no a escondernos!

Tengo una amiga que es el colorete encendido. No lleva gota de base, ni máscara de pestañas, ni labios en barra. En las ocasiones que se ha puesto en mis manos siempre me ha dicho –tía, ponme más colorete. ¡Que el colorete tiene que notarse, que se vea! – Y es que ella es así, desde sus manos moviéndose agitadas cuando te cuenta cualquier cosa, hasta su cara expresiva como un chicle con dos manzanas.

Quizás reconozcas entre las tuyas a aquella que va siempre con sus uñas perfectas. Si, esa que siempre lleva una lima de esas chiquitas en el neceser y te sorprendes de que haya gente que siga llevando esas cosas encima. La que queda contigo a tomar café después de su cita de uñas y te enseña el nuevo diseño que le han hecho mientras se las acaricia primorosamente. O quizás seas tú esa chica.

Tal vez te guste maquillar tus labios aun llevando la mascarilla todo el día, aunque no vayas a salir de tu casa, aunque no te vaya a ver nadie ni en una videollamada. Porque por muchos filtros que tengamos en el móvil no pueden sustituir la acción de hacerlo. Es un ritual, una forma de autocuidado y de inspiración contigo misma. 

Hace poco leí un libro donde de la protagonista llevaba unos labios rojos perennes.  Os puedo decir que hizo que me trasmitiera y me conectara a ella de una forma más subjetiva. Porque no tengo ni idea de cómo sería la cara de la muchacha, pero si se lo que yo siento cuando llevo mis morrazos en rojo. ¿Hay algo más icónico que eso en el mundo del maquillaje?

Luego estamos las de la rayita del ojo, las del eyeliner, las del cat eyes, las pin-up… Y es que a mí se me van los ojos detrás de un buen rabillo. Cada día es diferente. Unos días me lo juntaría con la ceja y otros se podría confundir con una pestañita. Yo soy así, de saludar al sol por las mañanas con mirada curiosa como mis gatos, y por la noche me despido del mundo con un guiño y el algodón desmaquillante. 

Como maquilladora el maquillaje que ha tenido más envergadura para mí ha sido el de novia. Cuando lo estudié era muy normativo, extremadamente sutil. Que está muy bien si es tu estilo, pero en los casos que me he encontrado me han pedido desde “ojos de bruja” hasta el de “Bella de Crepúsculo”. Porque lo que es tuyo es tuyo. Y si eres de llevar un eyeliner a lo Amy Winehouse probablemente lo querrás llevar ese día.

Que no necesitamos validarnos con maquillaje lo sabemos. Y lo cierto es que nos jode que nos digan que tenemos mala cara si no nos hemos maquillado. Pero también nos da coraje la condescendencia cuando lo hemos hecho y nos dicen que no lo necesitamos para estar guapas. 

Sabemos que el maquillaje no da poder, se lo damos nosotras. Todo lo que tocamos lo pringamos, y si lo que queremos es hacerlo nuestro pues lo hacemos.

 

Mariló Córdoba.