Sí, has leído bien: se olvidaron de mí en un taxi.

Yo tendría 25 años por aquel entonces y mi hermana seis años menos. El caso es que una tarde, nos llamó un amigo para tomar un café, primer error, el café pasó a ser Alhambra 1925 (casi 8 grados de alcohol) y no fue una claro, perdimos la cuenta.

Cuando quisimos darnos cuenta estábamos con otros amigos tomando copas y lo peor es que habíamos quedado para hacer botellón con otra gente a las diez de la noche. Llegamos allí una hora tarde y no muy serenas, para que nos vamos a engañar.

En fin, que llegamos al botellón y allí estuvimos dándolo todo hasta que llega el momento de la vuelta a casa. Cerca no estábamos  y mucho dinero no teníamos (como buenas estudiantes que llevaban todo el día de jarana), así que, tocaba darle a las piernas.

Pues con todo nuestro colocón, empezamos a andar rumbo a casa y, hay que decir, que todo cuesta arriba, así que, cuando ya llevábamos un trecho andado, decidimos invertir lo poco que nos quedaba en coger un taxi. Como no teníamos mucho y sabíamos que no nos llegaría para llegar a casa, quedamos en que, cuando el taxímetro marcase lo que teníamos le diríamos que nos quedábamos allí y listo.

Bien, pues cuando llegó el momento, se lo digo a mi hermana y me dice que no me preocupe que, al llegar a casa ella sube, coge dinero, baja y paga. Así que nada, me callo y espero a que lleguemos. Al llegar al destino, le decimos al taxista que no tenemos suficiente y que va a subir a por dinero, pero que yo me quedo allí, el taxista dice que vale, que no hay problema.

Total, que allí nos quedamos el taxista y yo charlando de cosas de la vida (sinceramente no me acuerdo de qué hablábamos, estaba yo bastante perjudicada para recordar nada). Pasaba el tiempo y mi hermana no aparecía. Tanto tardaba ya, que el taxista preocupado, me dijo que a ver si le había pasado algo a la “muchacha”.

“Eso espero, que le haya pasado algo”-pensé  para mis adentros.

Le planteé entrar yo, dejándole allí mi bolso con la documentación y le pareció bien. Y allá que voy para casa y al entrar, me esperaba un momentazo de los que hacen historia: mi padre en bata en mitad del pasillo que me pregunta que de dónde vengo y al decirle que de un taxi me dice muy cabreado que no le vacile, mi hermana también en mitad del pasillo poniéndose los vaqueros encima del pijama intentando no matarse al perder el equilibrio.

Después de bajar y pagar al pobre taxista, me entero de que lo que había pasado. Mi hermana entró en casa, se puso a buscar dinero para pagar el taxi y en ese tiempo se le olvidó del taxi y de mí, ¡se puso el pijama y se acostó! Sí, sí, se olvidó y se acostó la tía. En eso que se levantó mi padre al baño, vio que yo no estaba y abrió la puerta del cuarto de mi hermana y, al verla allí, le preguntó:” ¿y tu hermana?, momento en el que mi hermana se incorporó en la cama al más puro estilo niña del exorcista gritando: ¡en un taxi!

El cabreo de mi padre era de un tamaño indescriptible como os podréis imaginar, ahora nos reímos todos (mi hermana la que menos, dice que ya está cansada de la historia, pero es lo que hay), pero en aquel momento no le hizo ni puñetera gracia, recuerdo que nos miraba y nos decía: “anda, que venís finas”, con una cara de querer matarnos que ni os cuento.

Y aunque parezca una historia de ciencia ficción, os garantizo que es verdad verdadera, y si no, preguntadle a mi padre.

Ana Ferrer

@ferrermayor