Como una jarra de agua fría, señoras mías, cuando un lunes cualquiera me desperté, me puse la taza de café más grande que había en el armario y me dije a mí misma que ya no había marcha atrás, que los 30 estaban asomando demasiado cerca y que el freno, de alguna manera, ya no había quien lo arreglase. Y no, no llega en el momento en el que te independizas (si tienes la suerte de hacerlo) llega eso, un día cualquiera en el que dices, a la mierda: no soy joven.

Va a llegar, amiga, te garantizo que por mucho Síndrome de Peter Pan que tengas, esa jarra le cae a to’ el mundo, es como el COVID, todo el mundo se cree invencible hasta que llega el día en que ves esas dos rayitas en el test y dices, venga, se acabó, ya no soy leyenda.

Un día te levantas mientras dejas a tu pareja en la cama (o a la persona con la que duermas ese día), te aseas, desayunas, recoges una mijita y vuelves a la habitación, en la cual ya no hay nadie y la ventana sigue cerrada. Entonces, desde lo más profundo de ti, nace esa necesidad imparable e irremediable de tener que abrir la ventana, no una, sino todas.

Es como si te asfixiara y, para rematar, y dejar que el aire vuelva a correr de forma natural por tu cuerpo sueltas la frase: ¡SI NO VENTILO YO, NO VENTILA NADIE!. Ahí lo tienes, más vieja que un bosque.

De pronto, llega un día en el que te dejan de apetecer guarrerías, y no me refiero al sexo, que eso apetece siempre que tengas la líbido funcionando, da igual la edad; sino a comer eso que cuando preguntabas en casa ‘¿Qué hay de comer?’ no te respondían ‘COMIDA’.  Pizzas, tacos, hamburguesas con sus patatitas correspondientes, que te apetecen en cualquier ocasión, llega un momento en el que te ves a ti misma queriendo un puchero en condiciones, con su hierbabuena y todos sus avíos.

Ya puede venir el mismísimo payaso del Mcdonald a tu casa con dos menús grandes, que ni de broma lo cambias por un puchero que, además, te ha salido para chuparse hasta los codos. El bonus-track es cuando la copita que mejor te sabe es la que te tomas cuando estás cocinando dicho puchero, ahí ya es que has llegado al segundo nivel de sabiduría.

Y ya, por último pero no menos destacable, es ese hecho que cuando pasa te replanteas hasta contratar un plan de pensiones. El momento en el que hay canciones, personas o modas que tú no es que no sigas… ¡Es que ni te enteras! Pongo ejemplo personal para que os ubiquéis de lo que quiero decir: No sabía la cara del ‘señor’ Bizarrap hasta que me dijeron que escuchara la nueva canción de Shakira. Hasta luego, ahora vengo en un momentito cuando coja las gafas de cerca.

Así que nada, amigas, si a ti también te pasa, no te preocupes que, como dice Ana Milán, la vida te quita colágeno pero te da sabiduría. Así que pa’lante, a acostarse tempranito que te recuerdo que con la hora cogida, ya no te hace falta ni el despertador para levantarte.

 

María Merino