Tengo más de 40 ¡Centrémonos!

 

Tengo 41 años y me siento bien. Siempre he sido una chica casera, que le ha encantado cocinar o tirarme en el sofá, disfrutando de una buena peli y una manta gordita. He salido de fiesta, claro, como todas, y lo he pasado muy bien, pero no era de las que sufría si tenía que pasar un fin de semana sin salir por falta de planes. Y ahora, a mis más de 40, menos todavía. 

Soy una mujer divorciada que, por el acuerdo al que hemos llegado, dispongo de dos fines de semana en los que no tengo a mi hijo conmigo. Y aunque algunos los paso fuera, salgo, quedo o hago planes, muchos, los disfruto sola, en mi casa, haciendo lo que me gusta, o simplemente no haciendo nada. Pero haga lo que haga, de cualquiera de las dos formas, siempre hay alguien a quien no le parece correcto, según a que liga pertenezcan.

Los lunes van alternándose en lo que a opiniones ajenas se refieren, en función de lo que haya hecho los días anteriores. Si salgo, si bebo, si voy de fiesta, siempre estará quien te diga que no asumes tu edad. Que ya eres mayor para salir. Para andar de fiesta. Y nunca falta la pregunta de ¿no te da vergüenza andar por ahí entre jovencitos?

Pero si, por el contrario, te quedas en tu casa, enfundada en tu pijama desgastado y cómodo y no tienes nuevas y excitantes anécdotas que relatar llegada la nueva semana, te topas con los típicos tópicos de: “los 40 son los nuevos 30”. Te hartas de escuchar gente que te dice lo joven que eres para quedarte en casa o lo rápido que pasa el tiempo y lo que tienes que aprovecharlo. 

 

¿Y entonces qué? ¡Centrémonos! ¿Qué soy? ¿Vieja o joven? ¿Tengo que asumir mis 40 o vivirlos como si fueran 30? Porque yo ya no sé que hacer ¿Eh? 

¿Por qué lo de tener 40, querer salir unas veces y convertirme en un vegetal en mi sofá en otras no lo concebís no?

Desde mi punto de vista, esta generación de cuarentañeras somos indiscutiblemente unas heroínas en toda regla. Tuvimos el lujo de vivir la época del cambio. La de las oportunidades. Una que nos dio la posibilidad de estudiar, trabajar y formar una familia (si queríamos). Vivimos una década de madurez emocional y podemos darnos el lujo de hacerlo luciendo divinas físicamente. Con la autoestima que otorgan los años y la vulnerabilidad emocional que no perdemos en ningún momento de nuestras vidas. Estamos en esa época maravillosa en que podemos liarnos con un yogurín de 20 o con su padre, si nos da la gana

 

Y ese empeño de la sociedad, de no ubicarnos, de hacernos sentir fuera de lo que nos corresponde, ya sea el ser unas clásicas amas de casa o una jovenzuelas en plena era del disfrute, parece más la frustración de un grupo que sabe que no puede combatirnos. ¿Cuarentonas? ¡Sí!. Pero divinas. Maduras. Empoderadas. Seductoras y sobre todo LIBRES. Abriendo el camino para las generaciones siguientes y dejando nuestra huella en cada paso que damos, como leonas que somos, aunque estos sean nuestros nuevos 30.

 

Inés Rodríguez