El otro día iba por las calles de Madrid con mis auriculares puestos feliz de la vida sin molestar a nadie. Tenía el día libre, hacía sol y los Red Hot Chili Peppers le iban dando caña a la mañana. Dirigíame yo al sex shop como podría haberme dirigido a la frutería. En la calle en cuestión, a escasos metros de la tienda, veo a tres muchachos departiendo también sin molestar a nadie. Paso, me miran, me paro delante del sex shop, me miran más, entro. Entro en el sex shop porque mis cosas, ¿sabéis? Una pensaría que esto ya se sabe, que todos tenemos cosas y lo mismo me compro unas botas, que un suavizante que un anillo vibrador. Diferentes necesidades, diferentes objetos, diferentes tiendas.

Hasta aquí bien, ¿no? Pues no. Porque fue salir de la tienda tan feliz como había entrado o más y ahí estaban los tres mozos. Esta vez sí molestando a alguien, a mí. Y ya tienes que abrirte camino por la calle esquivando cuerpos que intentan cortarte el paso. Y haz como que los auriculares no te dejan oír los comentarios de turno. “¿Qué te habrás comprado, guarrilla? Anda que no te lo vas a pasar bien”, “¿Por qué no te vienes y lo pruebas conmigo?”, “Si te vienes a mi casa seguro que no vuelves a necesitar juguetes, rubia”.

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Pero vamos a ver, por el amor de una madre… ¿Qué es esto, la versión moderna de “Los tres cerditos”? Porque no mola nada ¿Qué hace pensar a esta gente que el hecho de que yo salga de una tienda erótica significa que esté dispuesta a tener sexo con todo bicho viviente? ¿Por qué tengo yo, o cualquier mujer, que aguantar esto? Ya está bien, oiga. Las mujeres han estado sexualmente reprimidas a lo largo de la historia desde hace siglos. Ya nos toca salir a jugar, ¿no?

Afortunadamente, ahora parece que hemos avanzado… ¿Seguro? Quiero decir, igual ahora no nos queman en la hoguera por criaturas impuras enviadas por el maligno, pero esta época tiene reservada sus propios estigmas para nosotras.

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Es mostrar una actitud abierta hacia el sexo y eres una guarra. Tener relaciones esporádicas con asiduidad y eres una puta. Salir una noche y llevarte un maromo a casa y eres una golfa. ¿Para cuándo las mujeres vamos a poder manifestar nuestra sexualidad sin que sea un tabú? No se nos permite la promiscuidad que se les permite a los hombres, no se nos permite afirmar que nos gusta y nos importa el sexo (porque sí, mozuelos, nos gusta el sexo) sin exponernos a ser etiquetadas. Ya basta. No somos guarras, ni golfas, ni putas; somos mujeres libres, conscientes de nuestra sexualidad y deseando explorarla y explotarla como nos dé la gana. Porque esto es importante, yo con mi cuerpo hago LO QUE ME DA LA GANA. Si me da la gana ir a mi tienda de accesorios sexuales y comprarme algo lo hago, y quiero poder salir de la tienda sin que miren mal ni me digan nada. Sin que el mundo me ponga una penitencia en forma de tener que aguantar comentarios degradantes. A falta de que me manden a rezar tres padres nuestros por guarra, vaya.

Respecto a los tres muchachos del otro día, yo me voy a mi casa con mi juguete nuevo, a usarlo sola o a compartirlo, pero he visto que en la tienda tienen una amplia variedad de lubricantes. Lo digo porque igual queréis compraros uno para poder meteros mejor vuestros comentarios por el culo.

Autor: Margarita Ilyich