Queridas chochos:

Soy el chico de las poesías navarricas, vuestro fiel admirador. Aunque al parecer y por mis fuentes de información también tengo yo admiradoras aquí, eh. Soy el señor que se tiró a su profesor de biología y según parece queréis escuchar más batallitas de las mías.

Pues eso, yo estaba con la lunas a solas, preguntándome qué hará sola y ya no podía aguantas más y ás, y ás, y ás y me abrí el Grindr (el Tinder de los maricones) pa dejar de reflexionar y cantarle a la luna, que la pobre ya está aburrida de mí. Y claro, como uno está bien de bendecido fue a dar con Thor, el semidios de Lavapiés.

Me he puesto cachondo solo de buscar el gif

Pues eso, que estaba yo pensando en mis cosas mientras hacía la compra en el Carrefour de la zona y me lo encontré pagando en la caja. Un señor enorme, armario empotrao, rubio, de ojos azules, de Finlandia por lo menos y todo rodeado de productos eco. Recé fuerte para que estuviera en Grindr (te salen las personas que tienen la app descargada cerca de ti en ese momento) y, efectivamente: Odin, su padre, quería que su hijo y yo consumáramos y me lo encontré el primero de la lista. Semidios y maricón perdido, como a mí me gustan.

Pues eso, le escribí enseguida y le dije que lo había visto en la cola del super, le ofrecí que viniera a mi apartamento para que le preparara una tipical spanish dinner y me dijo que llevaba aquí ya cinco años, que había comido comida típica a base de bien. Entonces claro, no me quedó más remedio que ofrecerle que si quería en lugar de venir a comer él pues que viniera a que se la comiera yo, a la española, claro, que aquí somos muy patrióticos todos. A eso ya no me dijo que no, el muy malandrín.

Pues eso, que Thor vino a mi casa y follamos fuerte y madre mía y qué bien y que vivan los países nórdicos. El caso es que al parecer él también quedó encantado con los trabajos de aquí un servidor, así que hemos estado repitiendo en varias ocasiones. El drama vino el otro día, que como uno es bien de perturbado, pues se tiene que inventar cosas para darle sentido a la vida, que además a todos le gusta el drama. Si les das drama: se quedan, si no: se aburren. Apuntaos eso bien, chochos, que va para examen.

Pues eso, que me tocó hacer una sesión de fotos en una charla que había en la zona sobre sexo, una señora exponía su visión sobre la importancia del sexo en la vida de una pareja y yo me fui a quedar con lo que a mí me dio la real gana. ‘Probad a privar a vuestra pareja de sexo una temporada, si conseguís sobrevivir a una vida sin sexo, podréis demostraros que no es en lo que se basa vuestra relación’.

Bien, recapitulemos: conozco a un señor por Grindr, lo invito a casa y la primera noche le doy un repaso por todo su divino cuerpo, repetimos para follar en repetidas ocaciones, nuestra relación se basa en follar y poco más, yo no me ato ni al martillo del hijo de un semidios porque soy hijo del viento y a mí no me frena nadie. ¿Pretendí a pesar de todo ello que el señor nórdico aceptara mis nuevas condiciones de no follar? Efectivamente, lo hice.

El caso es que me cabreé, porque cuando se lo planteé el señor va y se ríe, me dice con su acento ese que ponen en el cielo los ángeles ‘pero si aquí eres tú el que no podría aguantar sin sexo, a mí no me importa’. EH, PERDONA CHATO, CON LA IGLESIA HEMOS TOPAO. Le dije que y una mierda, que aquí se follaba porque él quería. El caso es que todo nos condujo a una apuesta. Íbamos a quedar las siete tardes de esa semana, no podíamos follar a menos que el otro lo dijera explícitamente, el que pronunciara las palabras, invitaba a cenar al otro.

Aguanté dos tardes

Pero como uno es bien de divo, no pronunció palabra alguna, utilicé mis armas de hombre fatal para conseguir el objetivo. Yo estaba con él, en el salón, con el pasapalabra puesto y no podía entender qué hacía dentro de mi casa un ser celestial conmigo y que no estuviéramos intercambiando fluidos. Nada tenía sentido. Yo no podía soportar aquella situación, creo que está en contra de mis genes o algo.

Así que nada, me fui a mi habitación y me puse los slips blancos (los para ocasiones SÚPER especiales, que hay que evitar los palominos) y salí así, me puse delante de la TV a fingir que buscaba algo en el armario de abajo, con le culo bien en pompa. El señor dios nuestro señor me dijo con su ronca voz ‘qué estás haciendo’ y yo con mi voz angelical le dije que nada, que estaba buscando una cosa.

Me fui a la cocina y cogí la nocilla (también para una ocasión SÚPER especial, porque madre mía qué cara es), me senté a su lado, me abrí de piernas y empecé a meter el dedo en el bote y a chuparme la leche, el cacao, las avellanas y el azúcar con alevosía, lamiendo como el buen mamarracho que soy.

Se levantó, me cogió en volandas, me puso encima de la barra americana que tengo en casa para separar el salón de la cocina, monísima que es, por cierto. Se puso frente a frente conmigo y me dijo ‘ni se te ocurra seguir provocando así’ y se volvió a sentarse al sofá. Que qué hice yo, pues ignorarle, por supuesto. Tenía el pene más duro que el martillo de su alter-ego, ya os lo digo. Así que nada, yo también me di la vuelta, pero para ponerme a cuatro patas y canturrear.

Que qué pasó al final, pues lo que tenía que pasar, que vino echo un toro de lidia hacia mí, me bajo mis calzoncillos preferidos con rabia, tanta que casi me los rompe el muy bruto y empezó a comerme el culo con la misma alevosía con la que yo me había chupado mi dedo segundos antes. Luego follamos fuerte, muy fuerte.

Esa noche mi invitó a cenar y la verdad es que me lo pasé increíblemente bien, hasta creía que podría enamorarme y tener algo serio con él. El problema vino al día siguiente, que me fui a hacer una sesión de fotos y me tiré al modelo, así que descubrí que al final también soy inmune al poder divino y ni de un dios me puedo enamorar.

Anónimo