En un viaje en un autobús lloriquear sobre una pantalla.

Yo, otra, otro. Qué más da.

Sacar tu rabia, tu tristeza, tu pena. Y que lo único que lo reciba sea esa maldita pantalla del móvil. Dímelo, pero dímelo de verdad. Dímelo mirándome a los ojos. Sí, así es más fácil para ti. Más rápido. Más higiénico. Ya lo has dicho, dos tics azules al lado del mensaje dicen que lo ha leído. Mensaje recibido. Pero no, no está dicho. No has tenido la valentía de decirlo de verdad. De ver mi reacción, de abrazarme cuando me rompa.

Tampoco ya se dice lo bueno. No me valen halagos a un trozo de metal y plástico. No me valen emoticonos de deditos  hacia arriba, de sonrisas, de caritas lanzando besos o pedorretas. Qué más da. Sí, lo estoy viendo. Pero puedo ser otra. Otra persona que lee sin ser yo, que recibe esos mensajes, esas palabras. ¿Y cómo sé que tú eres tú? Ah, sí. Porque ya me he aprendido los tecleados de cada persona. Cómo pone los puntos cada una de mis amigas. La falta de tildes de ése o las abreviaturas de tal. Porque en vez de dejes al hablar, ya tenemos calados los mensajes y gifs que uno y otro mandarán.

El sexting no me basta. Sí, ver esa foto mientras hacía fila para pagar me hizo temblar las piernas. Pero las mismas guarradas que se dicen a una pantalla quiero que se me digan al oído, que me llegue aliento caliente al decirlas sobre el cuello. Que no quiero un mensaje por la mañana para despertar, quiero una mano acariciándome.

El trabajo ya no se cierra a las paredes de una oficina. El móvil te lo extiende, se te ancla en la mano y te encadena de forma invisible pero certera. Que un mensaje o un mail sin contestar es impensable, todo debe ser inmediato.

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La tecnología es una herramienta para ayudarnos. Cada mensaje, cada whatsapp, cada mail, debería ser un tren que nos fuese acercando. Pero parece que vamos en la dirección incorrecta y con cada notificación el tren va pasando una estación más lejana.

Mirémonos a los ojos para decir lo bueno, lo malo. Que 140 caracteres me sirven para leer un chiste pero no una declaración de intenciones.

Que los whatsapp sean para quedar a tomar una caña o un café. Que no se cambien por una conversación. Que quiero que me mires, que me cojas la mano, que me veas llorar si algo de lo que dices me duele. Porque somos personas, somos humanos. Al menos escribe de tu puño y letra en un papel y sabré que hay algo tuyo ahí.

Quiero abrazarte. Ver cómo andas. Sentir los silencios de las conversaciones. El crujido de las manos. Oler y ser olida.

Y quiero balbucear al verte. No que aparezca mi escribiendo… perpetuo en tu pantalla.

Fotografías: Moonrise Kingdom (2012)

Fotografía destacada: Hotel Chevalier (2007)