O lo que es lo mismo, donde comas no cagues, porque puedes salir jodido y bien jodido.

Lo mío empezó con un tonteo, entré como chica del teléfono en una gestoría tocha, de las que se hacen fiestas de Navidad y solo conoces a los de tu planta. En un principio acepté el curro por ganarme unas perras antes de las vacaciones, pero cuando le conocí pensé que quizás lo de pillar el teléfono y pasar llamadas era la vocación de mi vida.

Ah, por cierto, tenía novio. Llevábamos 7 años, 6 viviendo juntos, con nuestros perros y nuestras familias y nuestros muebles de IKEA y con el vermú de los domingos. Pero eso no fue un impedimento para mirar el culito prieto de mi jefe cada vez que pasaba por delante de mi mesa. Compartía sitio con dos chicas más, las dos mayores que yo, con años de experiencia en la empresa y más majas que las pesetas, hasta que decidieron ser unas hijas de puta.

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Mi tonteo con el jefe de mi planta era un canteo, él pasaba y me guiñaba un ojo, me mandaba mensajitos de gilipollas por el chat privado de la empresa, y me decía lo guapa que estaba cada mañana al pasar por mi puesto. Mis compis se partían al ver mi cara por el más que evidente coqueteo de mi jefe, me tenía loca, pero sabía que era un juego inocente, yo luego llegaba a mi piso, cenaba con mi chico y nos metíamos en la cama a hacer la cucharita. Y la cosa se tranquilizó más cuando supe que así jugaba mi jefe con todas las novatas que entraban en la empresa.

Pasaron dos meses, el calor irrumpió en nuestras vidas y con él llegaron los vestidos discretos pero sexies y los perniles al aire, y mi jefe se percató de ello. No os lo he comentado, pero estoy gordica, tengo más carne que la carnicería de la Pili, la de mi barrio que me guarda los trozos buenos de chicha. Por eso la posibilidad de gustar a un hombre como mi jefe no era una posibilidad, era ciencia ficción. Él cuarentón buenorro, casado, con hijos, de estos padres perfectos que llevan al hijo al fútbol y la mujer vive en su casa tocándose la cona mientras la Keli le hace la casa. ¿Situadas ya? Pues sigo.christian-grey-fifty-shades-of-grey-jamie-dornan-fsog-Favim.com-2727526

Llegué a mi curro puntual, y me llamó por el teléfono para pedirme que le llevase su agenda. Obediente lo hice, y al entrar en su despacho y dejar la agenda encima de su mesa me respondió con una sonrisa y un «¡qué bella estás hoy señorita!». Pensé que tirarme el moco y contestarle del mismo rollo no quedaría muy fuera de lugar por la confi con la que me hablaba, así que le contesté con un «muchas gracias jefe, su traje no le queda nada mal tampoco». Salí del despacho y me fui coloradica hasta mi sitio, donde mis compis entre codazos empezaron a decir que si en un mes me ascendían a secre personal ya sabían por qué era. No me molestó, pero ellas pasaron unas semanas con el cachondeo y cuestionando mi CV diciendo que a saber lo que había hecho con mi jefe para llegar a centralita sin tener experiencia. Ahí empecé a sentirme mal.

La cosa fue a peor (para mí) y a mejor (para mi chochete). Una tarde de estas que tienes mil trabajo, me di cuenta que mi jefe seguía en su oficina, y cuando me vio por la cristalera me pidió que fuera. Le pregunté qué necesitaba, me dijo que estaba buscando unas actas y que si le ayudaba a mirar en el archivo para no acabar a las mil horas. Le ayudé y pasó. No sé si fue por el calor que pegaba en el archivo, si fue porque cuando me subía a la escalerilla el cabronazo me veía cacha o si fue porque cuando él se subía me veía el canalillo, la cuestión es que cuando me quise dar cuenta él había metido su mano en mis bragas y nos estábamos comiendo la boca. El resto lo podéis imaginar, le fui infiel a mi novio (al que dejé), le fue infiel a su mujer y con el subidón del momento nos olvidamos de todo.

Volvimos a caer en muchas ocasiones, yo intentaba hacerlo todo lo menos cantoso posible, mis compañeras ya no notaban nada porque dejamos de tontear, casi ni nos mirábamos, estábamos a salvo. Hasta una tarde de un viernes de agosto, en la que nos encerramos en su despacho, él estaba haciéndome cosas poco honorables con su lengua y llamaron a la puerta. Juro que vi pasar toda mi vida en un segundo, me subí las bragas, me bajé el vestido y él se subió los pantalones. Abrí la puerta y ahí estaba, una de mis compañeras, que había tenido un problema y había tenido que volver a la ofi para solucionar la papeleta. Creí morir al ver cómo me miraba, supe que nos había descubierto pero confié en su discrección. Ay inocente de mí.

Al mes todo siguió como siempre, aquella situación nos hizo cortarnos y no volvimos a caer en el trabajo, por lo que me centré mucho en mis obligaciones y al ser bastante apañada aprendí cosas que me permitieron aplicar para el puesto de administrativa de gerencia. Y me lo dieron. Ahora era la administrativa de mi jefe, el tío que me follaba en mis ratos libres. Y claro, la bomba estalló. De la noche a la mañana saltó el rumor de que me estaba follando a los jefes, que así estaba consiguiendo subir y que me habían echado de mis otros trabajos por lo mismo. Al principio pensé que no le daría mucha bola, pero la cosa fue a más y mi compañera admitió que nos había pillado follando.

¿Qué pasó? Pues que con todo mi coño moreno sigo en el trabajo, ya no me follo al jefe porque el jefe cuarentón pasó a la planta sexta y a mí me pasaron a la planta 2. Y sigo teniendo el Sambenito allá por donde paso, ahora solo me queda demostrar que sigo por lo que valgo y no por la polla que me comí en su día… ¿Moraleja? NO FOLLÉIS EN EL CURRO AMIGAS.

Autor: Anónima.