Todo comenzó por el final…

Final de verano de 2017, yo, con mis muchos altibajos emocionales, por fin había alcanzado una especie de clímax espiritual, lo que se resume en que comencé a sudar de todo.

Y así fue cómo decidí hacer el Camino de Santiago. Sé que la mayoría de personas que deciden hacerlo es por motivos espirituales, religiosos… Yo decidí hacerlo simplemente porque me apetecía irme 10 días a caminar, a respirar aire puro y a no pensar en nada más que en mis llagas.
Llega mi segunda jornada, y cuando finalizo la etapa, paro a comer en una pulpería mítica de Melide, para obligatoria en Pulpería Ezequiel. Y allí, entre vino turbio, vino turbio y más vino turbio, el camarero se unió a mis risas. Los «jijijajás» hicieron que, al marcharme, me pidiera mi número de teléfono. Y aunque iba a esa aventura en modo zen y sin querer saber nada de hombres, se lo di.
Hablamos mucho, él en gallego, yo en castellano, apenas le entendía pero le seguía el juego, pensando en que aquello quedaría en algo más de aquel viaje.
Esa misma noche vino a verme al albergue, tomamos alga hasta las mil, nos besamos, hablamos mucho (seguía sin entender la mitad de cosas que me decía) y nos despedimos con más besos apasionados. Tanto, que tuve que poner freno. No por nada, sino por dos razones: 1. No iba bien depilada. Y 2. En el albergue no podía entrar él (albergue público para peregrinos).
Habiendo dormido apenas dos horas, me levanto contenta, con mil mensajes suyos bonitos, cariñosos… Y yo, mientras los leía, me los tomaba a guasa. Comienzo mi jornada muy cansada por no haber descansado, pero contenta, con una sensación agradable y fantástica. Y, cuando termino esa nueva etapa, por la noche, se vuelve a presentar en mi albergue, en el siguiente pueblo. Más besos, más charlas, más sonrisas, más de todo, menos sexo. Ese segundo día, me negué a ello porque ya comenzaba a gustarme ese chico. Creo que comenzaba a tomármelo en serio.
Y transcurrieron los días caminando y las noches con él. Me iba siguiendo a todos los pueblos en los que hacía yo parada. Y cada mañana despertaba con palabras preciosas suyas.
El último día, en Santiago, reservó una habitación de hotel. Me vino a buscar donde yo estaba, cenamos tranquilamente y dormimos juntos, nos amamos (así queda más fino y romántico jaja). Y por la mañana temprano, me llevó al aeropuerto. Camino a Barcelona. Curioso. Soy de Barcelona como Rebeca y me recorrí Galicia, tierra de Elena :)
En el aeropuerto, él lloraba, yo no entendía tanta preocupación. Pensé que eso terminaría ahí y se quedaría como una historieta más, pero no. A los 10 días fui yo un finde a verle, a la semana, él vino a casa y estuvo dos meses. Y así comenzó una bonita historia que terminó en la peor etapa de mi vida.
Nos conocimos muy bien, estuvimos las 24h del día juntos, durante varios meses. Hasta que comencé a descubrir que todo lo que me había contado sobre él, era falso. Todo. Toooooodo jajajaja. Me río porque fue muy de película. Lo único de verdad era su nombre. Me engañó con la edad, con su familia, con el lugar donde vivía, con sus historias, con todo. Incluso descubrí que tenía dos hijos allí de los que ni me habló. Hice de CSI. Desde entonces mis amigas me conocen como CSI Rachel. Incluso contacté con un detective para averiguar más cosas sobre él.
Cabe añadir que hice todo esto porque lo nuestro era ya serio, o eso creía yo. Incluso se miró un piso para venirse a mi ciudad. Y bueno, cuando ya tenía toda su historia sobre la mesa, se lo solté, sin más. Nunca lo aceptó, ni lo negó. Simplemente desapareció. Por unos meses.
Justo ahí, me enteré de que estaba embarazada. Gilipollas de mí, y de él, no tomamos precauciones al no estar en mis días fértiles, y toooooma! ¡Sorpresa! Se lo dije evidentemente, pero le comenté que la decisión ya la había tomado yo.
Pasé por un aborto sola, por no contarle a nadie, ni a mi familia y así evitarles la preocupación… Pasé los peores meses de mi vida, y ahora lo escribo aquí con guasa, porque he conseguido estar bien, superarlo, pero jamás olvidaré esa historia.
A los meses apareció, pero yo tenía las cosas tan claras, que fui sincera con él, le dije que esto no tenía sentido. Lo único que quería era estar tranquila y serena. Me pidió mil oportunidades. Y, como me quiero, no le di ni una. Me dolió que me engañara, me dolió que me ocultara cosas, pero más me dolió decirle que estaba embarazada y que pasara de mí, que me dejara tirada como a un perrillo. Y eso, lo siento, pero no lo perdono. No es rencor, es amor propio. Ese amor que tanto me ha costado conseguir :)
He pasado de todo en esos meses, accidente de coche con él incluido. Y he tenido que ir a un psicólogo.
Alguien me dijo, al empezar el camino, que me iba a cambiar la vida y ahora pienso: joderrrr, cuánta razón.
Ahora estoy como quería estar: serena (tengo un perfil en Instagram que se llama serina_telapia, fue mi terapia junto con el psicólogo para salir de esto). Si tenéis un momento y le echamos un vistazo, yo encantada.
Y ahora solo pienso en las dos mejores decisiones que he tomado en mi vida:
1. Abortar (jamás me perdonaría tener u hijo con ese tipo de padre)
2. Ir al psicólogo.
Y me siento orgullosa de mí misma, porque yo fui real, fui yo en todo momento, y mis valores salieron a flote. Ah, y me conocí a mí misma, sobre todo a darme cuenta de lo resiliente que soy. Y cuando me siento mal, pienso en lo fuerte que he sido y eso me hace reír, y querer salir a la calle para pegarle patadas en el culo a todo/a el que se meta conmigo, se ría de mí, etc.
Parece una historia triste pero ¡¡¡NO!!!!! Es la historia más importante de mi vida, he vivido lo mejor y lo peor. Y gracias a ello, ahora soy lo que soy: una gorda que vale millones, ¡qué cojones!
Besito en la frente, no os conozco pero os conozco. ¡¡¡Os quiero!!!

Raquel.

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