Cuenta una leyenda proveniente del lejano oriente que aquellos predestinados a encontrarse están unidos por un hilo rojo. Éste nunca desaparece y permanece siempre atado, inmutable e inalterable en el tiempo y la distancia. No importa cuanto tardes en conocer a la persona del otro extremo, ni el tiempo que paséis separados ni los kilómetros que se interpongan entre vosotros. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper. No importa qué suceda, el destino siempre encontrará la forma de juntaros de nuevo.

Un alma gemela.

Alguien que desde que nació, estaba destinado para ti.

¿Verdad o cuentos para ir a dormir?

Porque por mucho que nos quejemos del amor, por muy rotas que estemos por dentro y reneguemos de cualquier sentimiento que nos escueza de nuevo, siempre hay alguien que no podemos sacarnos de la cabeza – y de lo que es peor, del corazón. Una persona que siempre ha sido nuestro punto débil, nuestro talón de Aquiles. Y a pesar de saber que no era el momento ni el lugar, siempre hemos seguido intentándolo, porque cuando esa persona sonríe, rendirse no es una opción.

Y es que uno no puede sacarse de la cabeza lo que tiene en el corazón.

Puede ser que aún no hayas llegado al otro extremo, que no estés preparada para conocer a esa persona que también te está buscando. O que lo hayas encontrado pero ahora vuestro hilo está enredado, hecho una bola y enmarañado hasta que le toque el turno de desenredarse. También puede ser que ésto sea sólo una mentira, un bulo de autoconsolación para aquellos que no son capaces de enfrentar la soledad. Pero hay algo bonito en la idea de tener a alguien esperándonos con las mismas ganas con las que nosotros lo buscamos. Además,…¿no es acaso el amor un hilo que ata dos corazones?

Espérame. Ahora nuestro hilo está enredado y lleno de nudos, pero te prometo que volveré a buscarte, porque aún lejos, sigo siendo tuya.