Cada día me cruzo con cientos de personas. Por la calle. En el metro. En el trabajo. En el supermercado.

Me choco con ellas por la calle. Las rozo sin querer en el metro lleno. Les sonrío al dejarles pasar por la puerta. Evito su mirada cuando es muy pronto por la mañana.

No les conozco. Son caras anónimas. Olvidaré su rostro cuando llegue al semáforo. Pero puede que tengamos más cosas en común de lo que pensamos.

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Puede que el hijo de la mujer que está pasando por mi lado sea la madre del que me sirvió un café esta mañana. Puede que esa chica viva a dos portales de mi casa. Puede que ese hombre sea el novio de mi vecino.

Por eso cuando el otro día te vi, me di cuenta que te había visto otras veces. Que coges mi misma línea de metro. Que me habré apartado para no chocarme contigo algunas veces. Que te habré sonreído al dejarte salir por la puerta. Que me habrás visto cabecear en el metro si era muy pronto por la mañana. Hasta ahora me habré cruzado contigo varias veces en este espacio al que vestimos de ciudad grande pero en el que todos estamos relacionados. Hasta el otro día te habría visto y mi mente habría borrado tu rostro cientos de veces. Pero ahora no. Ahora nunca se me olvidará. Porque os vi pasar, a ti y  él, el otro día. No me visteis. No importa. Pero sé que ahora tú eres ella. Que tú eres la que le hace feliz. Os vi sin querer veros, cerca de casa. Y pensé en las veces que tú habrás pasado. Las veces que pasearéis juntos por aquí. Los vagones que a mí me alejan y a ti te acercan.

A mí me empezó a doler el pecho. Tenía esa parte cerrada y oculta. Pero se abrieron unas compuertas y me empezó a pinchar ese sentimiento extraño que no es ni pena ni rabia. Ni nostalgia ni dolor. Ese pinchazo que se te clava en medio del pecho, que te acelera el pulso y hace que te duele el respirar.

Tú. Eras tú. Conocí tu altura, tu barbilla, tu mano tapando el sol que daba de lleno. Y pensé en todas las personas con las que me cruzo cada día. Las caras que veo y olvido. Las veces que me aparto para dejar pasar. ¿Quiénes son todos ellos? ¿Qué nos unirá? ¿Qué nos separará?

Ya sé que a nosotras no sólo nos une un paseo común o una misma línea. Cuando me encuentre contigo de nuevo, te reconoceré. Seguiré sonriendo al dejarte pasar por la puerta. Puede que me choque contigo, puede que me veas dormir en el vagón. No te diré nada, no te preocupes. Pero ya sé cómo eres, sé cómo andas y cómo se te achicaban los ojos cuando te hace reír. No te diré nada. Sólo te pido que le hagas feliz, que le alimentes los nervios en la tripa, que le construyas sueños de los que funcionan dormidos y despiertos. Yo seguiré siendo una espectadora, alejada y callada, pero ahora conociendo y recordando el rostro de uno de los personajes con los que me cruzo en mi vida.

[Imágenes de Closer (2004) –  Columbia Pictures ]