Estaba yo de resaca, lo típico en mí un domingo, cuando me llega un mensaje a whatsapp de un número que no tengo. Abro y me veo un «hola, cómo vas?». Ante mí se plantean mil incógnitas y la que cobra más sentido es que debe ser alguien a quien le di mi número esa misma noche borracha. Miro la foto y tiene puesto un meme de Rajoy. ¿A quién cojones me he ligado yo?

La conversación acaba en que vamos a vernos para tomar algo al día siguiente por la noche y en que el chaval me pone perraca. Se llama Pablo y me habla como si me conociera de siempre, pero yo no caigo en haberle contado tantas cosas. Sabe qué teclas tocar para encender mi mollete y me mojo solo de pensar en la que me espera mañana.

Y quedamos. Se presenta Pablo, su cara me suena una barbaridad pero yo, de los nervios, me he enchufado un par de chupitos antes de salir del bar en el que estaba con mi grupo de amigas y sigo pensando que es porque tiene una cara demasiado común.

La noche sigue su curso y su pinga sigue el curso de meterse entre mis muslos directa a mi pepe. Sí, acabamos en su casa, acabamos poniendo patas arriba todo y nos metemos una follada de esas que dejan sordos a los vecinos. Acabamos, nos tumbamos, nos relajamos y nos quedamos dormidos.

Ay diosito.

Abro un ojo y, encima de la mesita de noche, me veo una foto de Pablo con mi amiga Noe. Mi cabeza empieza a dar vueltas y acabo vomitando en la cama. Pablo se despierta, empieza a gritar y acaba vomitando conmigo. No, no exagero cuando os digo que aquello se convirtió en la fiesta de la vomitera.

Una vez pasó aquella pesadilla volví a la realidad y le pregunté qué cojones hacía mi amiga Noe en su mesita de noche. Pablo, muy confuso, me dijo que cómo que qué hacía. «Es mi novia, ya lo sabes». Mi cabeza se reubicó y entendió todo. El hijo de fruta de Pablo empezó a salir con Noe, mi amiga de la universidad a la que veo muy de vez en cuando en alguna cena anual en las que nos reunimos toda la clase (fue en una de esas cenas que se trajo a Pablo). Noe lleva 1 año viviendo en Berlín por curro y sigue saliendo con Pablo, pero Pablo (por lo visto) es un poco pichafloja y se folla a todo lo que puede. Por lo visto me entró en la discoteca, yo no le reconocí y acabamos tirándonos la caña. EL MUY CERDO NO ME DIJO NADA PENSANDO QUE YO LE RECORDABA.

Sí, amigas. Vomité en la cama de Pablo y fue un acto que refleja perfectamente lo que pasó a continuación. Vomité en su cama y en su vida, porque llamé a Noe y se lo conté todo. He perdido a Noe, pero me quedo tranquila porque sé que ella ha vomitado de su interior al bicho de Pablo.

La niña del exorcista.