Tú que has encontrado el calor en los brazos de aquella que te los ofrecía aún estando yo en medio. Yo que lo he encontrado en brazos pasajeros en los que no me quedaba demasiado tiempo… Hoy, que ya han pasado tres años de aquel principio del fin. Hoy, que seguimos viviendo con las cicatrices de aquel amor, con tatuajes con el nombre de un libro que le daba sentido a nuestra historia.
Nos despedimos como si saliéramos de un tren lleno, con prisa, a empujones, caminando hacia otro lugar y sin mirar atrás. Decidimos que todo el amor que nos llenaba nos dolía demasiado. La espera, la distancia, la tristeza… no eran para nosotros. Éramos niños llenos de vida que no querían sustentarse en algo tan etéreo.
Caímos en el espacio que nos separaba, en la tentación de cuerpos más cercanos. Caímos lejos el uno del otro de mutuo acuerdo.
Pero no olvidamos.
Intentando evitarnos, nos hemos encontrado, y nos hemos abrazado con la intensidad de aquel que sabe que va a desaparecer, hemos llorado y nos hemos jurado de nuevo todo aquel amor que un día dijimos sentir; pero nunca lo sellamos con un beso, no quisimos despertar todo aquello que estaba dormido a medias.
Ahora, que incluso son más los kilómetros que nos separan, ahora, que incluso hay un océano de distancia, ahora, que estás tan lejos que ni siquiera puedo imaginar dónde sigues jugando tus pachangas de los domingos.
Prometimos que esperaríamos, que algún día sería nuestro momento. Prometimos que pese al tiempo y la desconexión estaríamos siempre el uno al lado del otro, que nos cuidaríamos… que seguiríamos con nuestras vidas pero que guardaríamos un rinconcito en nuestros corazones que solo sería nuestro.
Hoy, que no te esperaba, hoy, que creía que todas aquellas promesas eran vacías, has encontrado la manera de rescatarme recordándome que sigues allí, que no te irás.
Hoy, que no podías estar más lejos, estás más cerca que nunca.
