Mucho se ha hablado de las famosas calientapollas. Se habla de ellas desde que somos adolescentes. Esas chicas que tontean, que se frotan, que llegan a rozar su manito por el pantalón del chico en cuestión pero que a la hora de la verdad huyen despavoridas dejándote con calentón. Todos hemos tenido la típica amiga en la pandilla a la que apodaban ‘la microondas’ por aquello de que calentaba pero no cocinaba. Se ha hablado tanto de ellas que este post prefiero dedicárselo a sus iguales, pero con rabo.

Hubo una época en mi vida en la que pensé que los calientabragas no existían, que eran algo así como los unicornios o los áticos baratos en Chamberí. Qué desgracia el día que descubrí que no solo existen sino que encima debo tener un maldito radar para encontrármelos a todos.

Habrá alguno que se pase por aquí bien orgulloso a decir que ‘no hay tío que empiece y no termine la jugada’. Conociendo a los trolls habituales, seguro me dicen también que alguno habrá huido por lo fea o gorda que soy (ajam). Pero yo os digo que el calientabraguismo existe y me pasa a mi y nos ha pasado a casi todas.

¿Cómo detectarlos? Es sencillamente imposible. Van a sonreírte. Van a decirte lo guapa que estás. Van incluso a besarte apasionadamente contra una pared y llevarte a un punto en el que los ojos te hacen ya chiribitas. En definitiva, conseguirán que confíes y que creas que el polvo está asegurado, y solo cuando cuando tú estás ya en plan ‘oh baby gimme more’ y con el whopper a punto te vienen con que ‘oye nena, mejor nos vemos otro día que se me hace tarde‘. ¿PERO QUÉ ME ESTÁS CONTANDO?.

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Nosotras, que somos retrasadas, tendemos a pensar que hemos hecho algo mal. ¡Error! A no ser que hayas cometido una cagada tipo sacarte un moco y pegarlo en la pared (o en su pelo) mientras os magreáis, créeme, tú no has hecho nada mal. He llegado a la conclusión de que este tipo de tíos disfrutan del cortejo, del perreo y la conquista más que del acto en cuestión. Creo que esa es precisamente la diferencia con las antes mencionadas calientapollas. Mientras que la mujer suele buscar el respeto del chico postergando el sexo (ay pobrecicas mías), el hombre busca alimentar su ego y sentirse poderoso.

Tengo un amigo que frecuenta la práctica de calientabraguismo y a veces me cuenta unas historias que le quiero matar. Él dice que se deja llevar pero que no culmina la jugada si no está seguro de que la chica está interesada en algo más que un polvo. Yo creo que mi amigo vive en los mundo de Yupi y siempre le aseguro que su versión me la creo más bien a medias. La verdad es que en una ocasión, achispado por la bruma nocturna (y unas cuantas Estrella Galicia), me confesó que calentar sin cocinar le reportaba mejoras a su autoestima y le hacía sentir que controlaba la situación. ¡Acabáramos!

Pues por lo que a mi respecta, ya pueden meterse su ego y poder donde les quepa. Pasarte la noche arrimando cebolleta y sugiriendo ir a su casa para luego dejarte plantada sin razón aparente debería estar penado por la ley.

Amigos, amigas. Lo que no os vais a comer no calentéis o un guantazo os llevaréis. Palabra de Loversize. 

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Fuente de la foto destacada: The Skinny artist.