¡Se acabó! Porque yo me lo propuse y sufrí, como nadie había sufrido y mi piel, se quedó vacía y sola, desahuciada en el olvido. María Jiménez no lo podría haber explicado mejor. Así es exactamente cómo llegué yo a sentirme después de tanto Tinder, de tanto Lovoo, de tanto Badoo y de tanta app de ligar: triste, vacía y sola. Así que tuve que plantarme y decir: ¡Se acabó!

bob esponja

Hace varios meses sentí la llamada de la madre naturaleza. O de la madre sociedad occidental en la que vivo que, por mucho que quiera luchar contra ella, me influye en cada decisión que tomo. La cosa es que empecé a pensar en que me apetecía echarme un novio. Tampoco tenía por qué ser una cosa superseria, simplemente me apetecía tener una relación con una persona. ¿Tanto le pedía a la vida?

Se ve que sí. Mis primeros meses de búsqueda fueron muy decepcionantes, e incluso llegué a cuestionarme a mí misma pensando que quizás el problema era mío y que yo estaba siendo demasiado exigente. La solución que le di a ese problema fue volverme más abierta y dejarme sorprender. Podéis llamarme superficial, gilipichis, tonta del culo o lo que queráis, pero a primeros de 2016 elegí como uno de mis propósitos de año nuevo abrirme un perfil en todas las redes sociales de ligar posibles. Otra manera de conocer gente que, en estos tiempos que corren, me parecía tan válida como cualquier otra.

Al principio la cosa fue bien. Sería por la novedad, pero me lo pasaba teta. Durante unos días llegué a plantearme si me estaba enganchando a esta mierda o qué, porque en cuanto tenía un rato libre, por pequeño que fuera (desde tomar un café a media mañana a ir a cagar en un momento) me metía a ver cuántas almas gemelas/matches/hechizos tenía y a echar un vistazo a los perfiles de los hombres que se habían fijado en mí para decidir, desde esa posición de poder que te da ser mujer en este tipo de apps, si quería hablar con esa persona o no.

tinder

Pasada la emoción de los primeros días y después de saberme de memoria los perfiles de todos los hombres de Salamanca, llegó el momento de la verdad: ¿tendría que quedar con los que más me gustaban, no? ¡Que para eso estábamos aquí! No negaré que me sentía un pelín de miedo y vergüenza. El miedo al rechazo siempre hace acto de presencia en estos casos, aunque sepa perfectamente cómo hacerlo desaparecer. El miedo a que la otra persona fuera un asesino en serie también se cruzaba por mi mente. Y la vergüencita de tener que quedar con una persona que no conoces de nada y tener que darle conversación… pues también me preocupaba. Pero como soy yo una mujer muy echá palante, preferí que lo mejor sería no pararme a pensarlo: escribí a mis favoritos y les propuse quedar.

No he venido aquí a hablar de mis citas (por esta vez), solo quiero contaros cómo me hicieron sentir. Con algunos chicos me lo pasé mejor, con otros peor, unos me resultaron más interesantes, otros me hicieron sentir incómoda… Pero haberlos conocido (y no porque ellos fueran mejores o peores) solo me sirvió para recordarme una y otra vez lo insatisfecha que me sentía. Ya después de mi primer tinderencuentro me fui a casa pensando «pues sí, habré follao, pero me voy de aquí peor que vine». Y esa sensación fue haciéndose cada vez más grande a medida que tenía más citas.

little mermaid

Cuando por fin me paré a pensar sobre por qué me estaba sintiendo cada vez peor si estaba follando cada vez más llegué a tres sorprendentes conclusiones:

  • La primera, que de alguna manera me estaba forzando a mí misma a conocer a esta gente y a quedar con ellos, pero que yo sabía, en el fondo de mi corazón, que ninguno me gustaba. Protagonicé mi propia batalla de «es que si no conoces gente nueva dime tú» contra «es que hay cada tío en estas apps que madre del amor hermoso», batalla que solo se alargó por mi empeño y autoconvencimiento de que cuanta más gente conociera, mejor.
  • La segunda, que Tiner no está hecho para mí. Para mí en ese momento de mi vida: para una persona que quiere encontrar una pareja. La eterna pregunta: ¿Se puede encontrar amor verdadero gracias a una serie de algoritmos? Siempre he pensado que no. 
  • La tercera, que si desde hacía unos meses no podía fijarme en ningún hombre era porque, en el fondo de mi corazón también, había uno que me gustaba, pero que como él pasaba un poco de mí, prefería no darme cuenta y seguir con mi vida como si nada, creyendo que buscando a otros podría distraerme e incluso encontrar a otro al que amar, y sin darme cuenta de que no hacía otra cosa que buscarle a él en los perfiles de todos los demás.

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De ahí que, como mujer valiente que soy, que prefiere coger el toro por los cuernos aunque sepa que la posibilidad de comerse una buena mierda esté ahí, mandé al Tinder a tomar por el culo y me lancé a la extraña aventura de conocer y aceptar mis sentimientos y actuar en consecuencia. 

Tinder, y el resto de apps para «hacer amigos», pueden ser unas herramientas geniales para buscar buena diversión cuando estás preparada para divertirte, pero cuando las usas como tapadera o con un empeño obsesivo solo vas a conseguir entrar en una espiral de frustración. Esta es mi recomendación: paraos a pensar sobre qué uso le dais a este tipo de aplicaciones y cortad por lo sano si algo no os hacen sentir bien.