Hubiese preferido que la vida te haga un pelín más valiente para que tuvieras los huevos de terminar conmigo como termina la gente que se cansa de estar en una relación. Sentarnos a tomar una cerveza, que me digas que ya no me quieres, aguantar mis preguntas y cuestionamientos y cerrar juntos el círculo, FIN. Pero NO. Fuiste incapaz. En vez de eso, me pusiste los cuernos sistemáticamente durante seis meses antes de que yo lo descubriera por unos mensajes en tu móvil. Llevaste a la tía esa a nuestra cama, le diste la vuelta a los marcos con nuestras fotos, te reíste de mí por lo bajini cuando me creí todas tus mentiras de por qué no podías venir a cenar o por qué estabas muy cansado para follar.

Mira: el amor se acaba, y cuando se acaba, nunca acaba bien. Las relaciones rotas terminan con tristeza, decepción, llantos, mocos. ¿Pero sabes también con qué acaban, o al menos, con qué deberían acabar? Con honestidad, y tú de eso tienes más bien poco. No me vengas con tu cuento de siempre de que no querías hacerme daño: por supuesto que me hubiese dolido que me digas a la cara que ya no me quieres. Pero más me duele que nuestra relación de tantos años termine llena de mentiras.

No te digo que no te puedas enamorar de otra: uno no gobierna sobre los sentimientos pero sí gobierna sobre las acciones. Y tú actuaste DE PUTA PENA. Tú te defenderás diciendo que esos últimos meses fui una pareja difícil, que el cambio de curro y mis cientos de problemas te tenían agobiado, y no voy a negar nada de eso porque todo eso es verdad. ¿Pero sabes qué nos diferencia a ti y a mí? Que yo siempre fui honesta y me abrí contigo en canal para que supieras todo lo bueno y todo lo malo. Esperé recibir lo mismo, y ya ves.

Aún recuerdo esos días en las que estabas tan ausente y frío que no podía evitar preguntarte qué pasaba. Siempre respondías con algún reproche, por lo que me eché la culpa a los hombros y  me esmeré (inutilmente) en ser la mejor novia sin saber que tú ya te habías echado novia nueva. A veces me pregunto por qué alargaste innecesariamente nuestra relación por tanto tiempo, sin tomar una decisión adulta al respecto.

¿Pero sabes qué, bonito? GRACIAS.

GRACIAS por haberme puesto los cuernos y por haber sido tan torpe de dejar las evidencias a la vista para que yo lo descubriese. GRACIAS por negar lo evidente mil veces. GRACIAS, porque así me di cuenta de que yo no quiero pasar mi vida al lado de alguien que menosprecia mi inteligencia y mi capacidad de atar cabos.

GRACIAS por haber sido tan cobarde de esperar a que yo lo descubriese en vez de contármelo tú. GRACIAS por negarte a resolverlo en persona, por irte de casa de prisa y corriendo, por bloquearme de todas tus redes sociales y de tu whatsapp. GRACIAS, porque así me di cuenta de lo importante que es afrontar la vida con valentía incluso para las decisiones más difíciles.

GRACIAS por ser tan gilipollas, de verdad, y por mostrarlo justo a tiempo. Quizá si hubieses sido un poco más listo y lo hubieses ocultado bien, hoy por hoy estaríamos pasando la noche viendo First Dates, tú criticando a las parejas (cuando no), yo con un bombo a punto de reventar, la fulana esa mandándote whatsapps que respondes cuando yo no miro.

No te diré que no lo pasé mal, cabrón. Pero QUÉ MARAVILLA es la vida sin ti, sabiendo lo que eres capaz de ser y hacer.

Anónimo.