Me da igual que sea alto, bajo, gordo, flaco, que le guste el flamenco o baile claqué. Me da igual si tiene patillas o el pelo rapado; si viste con corbata o es de zapas y a correr. No me importa que duerma con pijama de franela, que ronque por las noches o que no use hilo dental. Tampoco es importante su estatus social, ni económico, ni su ámbito familiar.

Yo lo que quiero es que sea valiente.

Valiente para apretarme entre sus brazos cuando hacemos el amor con la misma pasión que me presenta a su amigos. Valiente para besar cada una de mis estrías sin importarle el qué dirán. Valiente para no escapar ante cualquier adversidad. Valiente para enfrentarse a los retos, a las incógnitas, a todos los por qués.

Quiero un hombre que salte hacía el vacío, que le ponga el futuro tanto como a mi sus labios. Que no se estanque, que avance aunque sea con pequeños pasos. Las zancadas a veces, son de temerarios.

Necesito que sea valiente conmigo, pero sobretodo con él. Que las palabras no sé, no me importa, me da igual; desparezcan de su boca. Que no le de miedo errar, sentir o amar. Que aunque se caiga doscientas veces, se levante a mi lado más de mil. Que juegue, se divierta y ría, pero que también llore.

Un hombre que luche por aquello en lo que cree. Que sepa rectificar a tiempo, que hable con propiedad, pero sobretodo con honestidad. Que no se engañe, que no se lamente, que diga la verdad. Que no me llene las noches de caricias y se olvide por completo de mis días al despertar.

Así que si no eres valiente, déjame marchar. Deja que busque nuevos guerreros con los que luchar. Puedes entretenerme en mi camino, eso no lo voy a negar; pero ten muy claro, que para mi solo serás el juglar.