No sé si ha llegado a vuestros oídos este término de Sexlexia, pero a mí me tiene fascinada. Parece una tontería, pero ha supuesto una gran respuesta a varias preguntas que han asaltado mi mente desde hace años, pero, antes de nada, os tengo que poner en antecedentes.

Como bien sabéis, un disléxico es aquel que tiene algunas dificultades lingüísticas, ya sea a la hora de pronunciar o al escribir términos, porque confunden términos o cambian letras de sitio. Yo soy una de ellas y como prueba tengo miles de whatsapps a mi amiga Marcia saludándola así: ¡Hola Marica!

Bromas aparte, si existe una dislexia, ¿podría existir una sexlexia? En este caso, creo que este sería un trastorno en el que alguien ve como normal o lógico un comportamiento sexual que para el resto de los espectadores no es correcto. 

Seguro que os preguntaréis dónde escuché esto, os pongo en situación. Ahora mismo estoy leyendo un libro que mezcla dos cosas que me encantan: la filosofía y la serie Futurama. En él, comentan la sexlexia con un personaje especialmente odiado por todos, sobre todo por todas y es Zack Branigan. 

Para quienes no sepan quién es este “personaje” (nunca mejor dicho), se trata de un capitán de una flota estelar que va de macho alfa y tiene un comportamiento, machista, sexista y francamente asqueroso a la hora de conquistar mujeres, pero a veces le funciona y todo. 

Esta  imitación física de Trump de joven es un ejemplo de sexléxico perdido, porque le parece sexy enseñar sus nalgas y el tacto del terciopelo, cautivar a una dama llamándola perra y pensar en unos azotes como la mejor muestra de cariño posible. 

Es evidente que es una ficción, pero ¿no habéis conocido nunca un sexléxico o sexléxica por el mundo? Ya no es solo por los fetiches o filias sexuales que pueda tener cada uno, que para gustos, los colores, sino que se trata de comportamientos en los que confundes lo sensual con lo sórdido y lo cautivador con vulgaridades.

En mi humilde opinión, las limitaciones sexuales no nos dejan disfrutar de un mundo lleno de placeres, pero dudo mucho que mostrar cómo alguien se come un plátano de manera lasciva siga siendo sexy. 

Creo que podría poner ejemplos de sexléxicos en el mundo del cine de grandes pelis de nuestra adolescencia y primer contacto con las relaciones íntimas. 

El primero es Jim Levens, el prota de American Pie. Está claro que este chico, que casi ninguna de nosotras admite que tenía su aquel aquello, era algo sexléxico. Volvemos a la mismo, este personaje es de una película y la intención era hacer algo rompedor para una generación que no tenía tanto miedo como las anteriores a admitir que tenían ganas de follar.

Este chico, el cual prometió que no acabaría siendo virgen tras la fiesta de su graduación, se folló una tarta de manzana (mitiquísima escena) solo porque alguien le dijo que era lo más similar a una vagina. No lo hace premeditadamente, él llega a casa y su madre le había hecho la famosa “american pie” recién horneada y pensó: Why not? 

Para todos los espectadores fue un comportamiento ilógico e impropio. Yo cuando vi esa tarta solo pensé en ponerle helado encima, no penetrarla (puede que sea porque no tengo genitales masculinos y sí un hambre de dulce voraz) El que este chico se prepare para su primera vez con repostería es un ejemplo perfecto de sexlexia: una idea que parece brillante pero carece de lógica para el resto del mundo mundial, es decir, se confunde en este acto la experimentación con el food play o sitofilia, que son aquellos que sienten placer al practicar sexo o penetración con alimentos.  

Otro ejemplo de película de cuando éramos adolescentes o preadolescentes es “Crueles intenciones”. En esta película coprotagonizada por Ryan Philips (si no sabes quién es, busca y disfruta de las vistas), había un personaje femenino que iba de niña buena, la cuál tenía el deseo de hacer cosas cochinas en su casita de muñecas. Luego descubrías que ese palacete era como la sala de juegos de Christian Grey, pero a simple vista, parecía algo extraño que una adolescente cambiara de niña a mujer dependiendo para qué situaciones. 

Quizás os estáis preguntando a qué me refiero, pero no es tan raro. Hay gente que tiene la necesidad de comportarse como un bebé o infante a pesar de tener una edad, y quiere que sus parejas sean sus papis y mamis en algunos momentos y en otros, sus amantes bandidos. ¡No me digáis que esto no es una sexlexia en toda regla!

Lo que sucede es que este estudio de las atrofias en comportamientos sexuales está por averiguar, pero seguiremos investigando y haciendo estudio de campo para poder clasificar conductas y especímenes que la sufren. 

LauriLuu Fisher