Si has entrado a leer este artículo, intuyo que tu vida sexual es más aburrida que las películas de El Hobbit (lo siento, no era necesaria una trilogía). No voy a juzgarte, a mí también me ha pasado, y fue precisamente eso lo que me llevó a escribir este artículo.

Mi ex y yo tuvimos muchísimos problemas derivados del sexo y acabamos dejándolo. Ni él es el diablo ni yo soy una santa. Supongo que cada uno tiene su parte de culpa y al final nos dimos cuenta de que ya no estábamos enamorados y que, aunque podíamos cambiar, no queríamos hacerlo por la otra persona. Es duro, pero cierto.

A raíz de mi desamor empecé a reflexionar sobre la importancia del sexo en la pareja y me picó la curiosidad por saber qué opinaba el resto del mundo. Las redes sociales son ese maravilloso invento que puedes utilizar para martirizarte idealizando vidas ajenas, o que puedes utilizar en tu beneficio. Yo opté por esto último y lancé una ronda de preguntas en Instagram. Bueno, para ser exacta sólo hice una pregunta y fue esta:

“¿Consideras que tu novio es o ha sido malo en la cama? Si la respuesta es sí, razónala (cómo lo habéis solucionado, si estáis en ello, trucos varios). Si la respuesta es no, enhorabuena.”

El día después me metí en la aplicación para ver los resultados de la encuesta y las respuestas, y me quedé en shock al ver que el 65% de las chicas opinaban que su novio era malo en la cama. Mi curiosidad fue aumentando por momentos, así que lancé otra pregunta a mis seguidoras:

“Las que contestasteis “sí” a la pregunta de ayer, ¿habéis hablado con vuestra pareja sobre el tema?”

Si los resultados del día anterior me habían dejado boquiabierta, ese día no sé cómo acabé en coma. El 89% vivían la situación como las hemorroides, en silencio, pese a sentir constantemente que sus novios eran malos en la cama y, en consecuencia, sufrir un problema de insatisfacción brutal.

Poco a poco empezaron a llegar los testimonios y me di cuenta de una cosa: sí, tu novio es malo en la cama, pero parte de culpa es tuya por…

  1. Fingir orgasmos.
  2. No explicarle lo que te gusta y lo que no porque te da vergüenza.
  3. No explorar tu cuerpo y aprender a darte placer en solitario.
  4. Juzgar todas las prácticas sexuales que se salen del típico misionero.
  5. Asumir que el rol activo en el sexo pertenece al hombre, y el rol sumiso a la mujer.
  6. Endiosar a tu pareja para no herir sus sentimientos, dejando de lado los tuyos.

No voy a negar que la educación sexual de este país es tremendamente sexista. Me he topado con muchos tíos que en la cama eran la definición de egoísmo, y la mejor decisión que pude tomar en su momento fue decirles adiós muy buenas. Sin embargo, cuando comienzas a salir con una persona que te hace feliz, que te comprende, que te divierte y con la que disfrutas, es jodido tener mal sexo. A un rollo de una noche le mandas a la porra y ya está, pero, ¿y a tu pareja? ¿Cómo le explicas que no te gusta cómo folla, como te come o como te masturba? ¿Es posible hablar de este tema sin que su confianza se vea herida? Probablemente no. Se sentirá inseguro como cualquiera, pero mejor una charla tensa y una semana con nervios a la hora de follar, que una vida entera fingiendo orgasmos.

También es fundamental cómo se lo dices. Una cosa es soltar “mira, tío, eres un negado en la cama y llevo fingiendo desde que te conocí” y otra muy distinta es “a lo mejor con otras chicas te funcionaba, pero yo soy diferente y a mí me gusta esto, esto y esto”. La clave es ser empática y no dejar de lado tu satisfacción en beneficio de la de tu pareja. En el punto medio está la virtud, y aprender a reconocer nuestra pequeña parte de responsabilidad es tan importante como liberador.

 

Redacción WLS