El ser humano es uno de los animales menos fértiles sobre la tierra.

Una pareja sana sin ningún tipo de problema de fertilidad tiene en torno a un 30% de posibilidades de lograr un embarazo. El porcentaje de éxito puede subir al 35% en los años más fértiles de la mujer, entre los 23 y los 25.

Mi teoría personal apunta que ese porcentaje sube al 85% si mantienes relaciones sin protección, de pie en los aseos, con un tío al que conociste en el pub, a los 17. Al 90% si se os rompe el condón que sí habéis usado. Y que baja al 2% cuando tienes una relación estable con el amor de tu vida, ambos os morís de ganas y lleváis una existencia healthy total. Porque la vida es muy puñetera a veces. Pero yo no soy científica ni nada parecido y no puedo demostrarlo.

En fin. Dejando de lado posibles hábitos nocivos para la salud y para la fertilidad como el sedentarismo, el tabaco, el alcohol, el móvil en el bolsillo del pantalón… lo cierto es que hay otros mil factores que no solo no ayudan, sino que reducen significativamente las probabilidades de conseguir un embarazo.

La edad de la mujer es uno de los más recurrentes y se cataloga como ‘madre añosa’ a mujeres a partir de los 35, aunque el término está más que obsoleto y muchos profesionales creen que no debería emplearse hasta los 40, o los nuevos 20, como nos gusta llamarlos a las que nos estamos aproximando a ellos. En cualquier caso, pocas mujeres se animan a apuntarse a este Grand Prix que es el camino hacia la maternidad antes de los 30. No vamos a incidir en los motivos por los que la maternidad se retrasa cada vez más, que ya nos los sabemos.

Sin embargo, no se trata solo de la edad, están también algunas patologías (tanto del hombre como de la mujer) que dificultan la concepción, factores medioambientales, el ritmo de vida que llevamos, etc. Pueden ser muchas cosas, y a veces no es ninguna, pues muchas parejas se encuentran con la infertilidad inexplicada, o cuando ni los médicos saben decirte por qué no lográis reproduciros.

El caso es que cuando te pones a ello lo haces llena de esperanza y con grandes planes a corto plazo. Te dices ‘venga, que esto no va a ser llegar y llenar, nos ponemos ya porque nos llevará entre seis meses y un año, por lo menos’, y te felicitas por ser tan consciente de que no será fácil y por la paciencia y optimismo con que lo vas a enfrentar. ¿A que sí?

Pero no puedes evitar pensar en tu amiga Fulanita, que había planeado que le llevaría un año (que es lo que dice todo el mundo). Desde que se pusieron a intentarlo no volvió a tener la regla y lo que hizo transcurridos esos doce meses, fue el bautizo de su peque. Le pasó lo mismo a esa vecina de tus padres, que hasta le había dado un bajón que no veas porque no quería quedarse embarazada tan pronto.

No se lo vamos a decir a nadie, pero una parte de ti, por pequeña que sea, piensa que tú también vas a ser de esas que se quedan a la primera. Jová, no fumáis, no bebéis, hacéis deporte, coméis sano, llevas tres meses tomando ácido fólico y os habéis comprado un ejemplar de ‘Concepción, embarazo y parto’. Buah, está casi hecho.

De modo que os lanzáis a la aventura del sexo con fines reproductivos, también llamado ‘hacerlo como monos los siete días de la semana, en cualquier lugar y postura, aunque sea uno rapidito, que me da la sensación de que estoy ovulando y hoy es el santo de mi abuela, que le encantaban los niños y ya verás como nos manda uno. Jajajaja’.

Ja. Ja.

Te viene la regla. Justo el día que te habías notado los pechos como hinchados y ya pensabas en comprar un predictor.

No pasa nada, eh. No es que hubieras calculado ya que el bebé nacería en junio y eso era genial porque pasar el verano con el bombo, muerta de calor y con los tobillos como los de un elefante es un horror, qué va.

Repetís la operación en cuanto dejas de sangrar y a las tres semanas, plaf, la regla otra vez. Que te pilla sin tampones porque los ibas a comprar, pero ‘¿y si ya no los necesito?’

Que no cunda el pánico, has leído por ahí que es mejor tener relaciones día sí, día no, por eso de que los soldaditos de tu chico estén jóvenes y fuertes. Y además vais a hacerlo solo en dos o tres posturas más conservadoras pero que ayudarán a que todo el batallón llegue a donde tiene que llegar. Y no olvidemos el tema de quedarte tumbada un rato después, con un cojín debajo del culo.

‘Madre mía ¿eso ha sido un mareo? Y esta mañana al levantarme me llegó al baño el olor del café, y normalmente me pasa desapercibido. Si mañana no me viene la regla, me hago un test.’

Nada, te baja la regla esa misma noche.

No tienes ganas de llorar,eh, es sólo que te hace tanta ilusión… Tu madre tuvo tres hijos al más mínimo descuido de la marcha atrás que usaba tu padre como anticonceptivo, tú tienes que haber heredado algo de tanta fertilidad. Aunque claro, fumaste hasta hace un par de años. Y antes comías alimentos ultraprocesados, de vez en cuando. Joder, no debiste hacerlo. Te culpas. Entras en doscientos millones de webs con consejos y trucos y entiendes que no es cuestión de hacerlo mucho, sino de hacerlo en el momento adecuado. ¡Claro! En una mañana lo sabes todo sobre el método ogino. Te bajas una app que te indica tus días fértiles.

Ya no te apetece tanto hacerlo y te descubres diciéndole a tu chico que se masturbe para renovar los depósitos, que en dos días toca darle a la matraca. Lo hacéis dos veces el día D y el siguiente, por si acaso, aunque una de las veces no os apetecía una mierda y tú ni siquiera llegaste al orgasmo.

Entonces tienes un retraso. No sabes si hacerte un test o ir directamente al ginecólogo y estás tan nerviosa que no puedes pensar en otra cosa. Vas a mear cada diez minutos y compruebas que no hay sangre en el papel al limpiarte. Al salir del trabajo compras una prueba de embarazo. La haces en cuanto llegáis a casa porque tu chico te dijo que en los baños del Carrefour iba a ser raro. Esperáis los cinco minutos sin mirar las ventanitas del palito.

Solo hay una rayita: negativo, no estás embarazada.

Oh, joder… ¡Espera! Lees en internet que, si es negativo, esperes treinta minutos, que a veces el resultado positivo puede tardar en aparecer. Cuarenta y cinco minutos después, sigue habiendo solo una línea. Tu chico te dice que no estés triste, que la parte práctica es la más divertida y no importa si dura unos meses más, que no llores, que lo vais a conseguir.

Le dices que estás bien, que no se preocupe. Pero te encuentras hinchada, te duelen los pechos y en la oficina se te antojó una manzana, cuando siempre picas galletas o unas tortitas. Estás bastante segura de que ese test estaba defectuoso. Investigas un poco más en la red y lees que tenías que haber esperado unos días más para que el resultado fuese fiable, y que es mejor hacerlo con la primera orina de la mañana. Serás boba, has tirado diez euros y te has disgustado por nada.Ibas a ir a comprar otro para hacerlo en una semana, pero te vino la regla.

Tú, por si acaso, sigues atenta a las señales, cruzando los dedos para que sea un leve sangrado de implantación. Cuando esa tarde empiezas a machar mucho más y de un rojo intenso, vuelves a bucear en la red y a documentarte sobre embarazos ectópicos. Te cuesta admitirlo, pero no, no estás embarazada, te ha venido una regla normal y corriente.

Es unos meses estarás tan puesta sobre el tema que podrían convalidarte primero de ginecología y obstetricia. Te da la sensación de que todo el mundo está esperando un hijo a tu alrededor, todo son embarazadas y carritos. No puedes evitar entristecerte cuando alguien de tu entorno te dice que va a ser mamá o papá, aunque te alegras por ellos.

En parte exagero un poco y, por fortuna, no todas las mujeres entran en esta horrible y perniciosa espiral de sufrimiento y autoengaño, pero sé que muchas otras leerán esto y se verán identificadas, aunque sea solo en algunas cosas. Y más si aumentamos los meses de espera, y estos se convierten en años.

A partir del primero muchas parejas acudirán al médico.

Cuando se cumpla el segundo podrán pedir cita para ser admitidos en la unidad de fertilidad de su hospital público y, si están interesados, entrar en lista de espera para someterse a una fecundación in vitro o inseminación artificial. La lucha no habrá hecho más que comenzar.

De este Grand Prix que os decía al principio saldrán parejas que consiguieron un embarazo de forma natural, antes o después. Habrá algunas que lo consigan con tratamientos, a la primera o después de innumerables intentos. Habrá quien se decida por la adopción. Y habrá otras que opten por dejar de buscarlo.

Desgraciadamente muchas hemos pasado por todo lo anterior, muchas lo estáis pasando y muchas otras lo pasarán, aunque ahora ni se lo imaginen.

Desde aquí nuestro ánimo y fuerza, sabed que, sea cual sea el desenlace de vuestra andadura, al final vais a estar bien.