Yo pensaba que vivía en un entorno más o menos moderno, que mis amigas eran chicas de su tiempo y que mi familia era capaz de entender las nuevas formas de vivir de la gente (sobre todo de las mujeres) de mi edad. Pero NO.

A punto de cumplir 35 años, siendo una chica soltera, sin pareja, sin hijos y sin intención ni necesidad de tenerlos, en lugar de sentirme independiente, poderosa y dueña de mi vida, siento que muchas personas a mi alrededor me juzgan y me tratan como a una pobrecita perdida en la vida que necesita de supervisión constante. Y esto se agrava aún más al vivir con mis padres.

Hace unos meses rompí con un chico con el que llevaba varios años y con el que estaba a punto de mudarme. Al final no pudo ser, así que sigo viviendo en casa de mis padres. Yo me encuentro bien: los ayudo, estoy pendiente de ellos y nos hacemos compañía. A cambio, evito gastar en alquiler.

Creo que todos salimos ganando. El problema es que tanto ellos como mis hermanos lo ven como un síntoma de que no sé qué hacer con mi vida. Y si eres la pequeña de cuatro, como es mi caso, peor aún.

soltera sin hijos

Cualquier decisión que tomo es cuestionada. Si digo que quiero cambiar de trabajo, me dicen que con mi edad debería pensar en sacarme una oposición, que “es el mejor trabajo para una mujer” (esto dicho por mi madre).

Si quedo con chicos, mis padres me dejan caer que ya no tengo edad para ir picando de flor en flor como si fuera una buscona y que tengo que buscarme pareja estable.

Si me voy de viaje, si me voy de fiesta, SI DISFRUTO, piensan que soy una cabecita loca, que no he madurado, que sólo me interesa reírme y divertirme, que no tengo los pies en el suelo.

Y lo peor de todo: si sufro un desengaño amoroso, si el trabajo nuevo me decepciona, si me pasa cualquier cosa fuera de lo esperado, me vienen con el “ya te lo dijimos, es que nos tienes que hacer caso”. En definitiva: no creen que pueda tomar decisiones correctas por mí misma.

Con mis amigas, la cosa no cambia demasiado. La mayoría están casadas, ennoviadísimas o con hijos. Cuando consigo quedar con ellas, la diferencia de vida y preocupaciones es tal que vuelvo a casa sintiéndome una quinceañera caprichosa.

soltera sin hijos

Ellas me hablan de lo difícil que es conciliar; de las peleas con sus maridos; de lo entrometidos que son los suegros; de los catarros constantes de sus bebés. Yo, de lo mucho que me gusta mi nuevo gimnasio; del próximo festival de música al que voy; del nuevo ligue de Tinder. Y ellas me miran con una expresión mezcla de compasión y vergüenza.

Ah, y por supuesto, si me quejo de lo ocupada que estoy y el poco tiempo que tengo, me saltan con el típico: “¡Y eso que no tienes hijos!”. ¡¿Y qué más da?! ¿No tener hijos significa tener una vida perfecta? ¿Debo ser infantilizada sólo por no seguir los cánones establecidos? Chicas, familia: me tenéis hasta el coño.