Yo no me planteé si quería ser madre hasta hace relativamente poco. No lo hice de verdad y en serio hasta que empecé a sentir la presión. Me presionaba la sociedad, mi familia, las redes sociales, la televisión y, lo más grave, mi pareja de aquel entonces. Y no fue hasta ese momento que me di cuenta de que no quería, aunque me tomé un tiempo. No lo supe de inmediato, me llevó lo mío analizar los pros y los contras, rebuscar dentro de mí si todo lo que había imaginado que sería mi futuro era fruto de mis deseos o de ideas preconcebidas.

Y resolví que, si había contemplado la maternidad, había sido porque se suponía que era lo que tenía que ser. Que llegaría el día en que me diría ‘ahora sí’. Sin embargo, cuando este chico me puso entre la espada y la pared, supe que lo nuestro se había acabado porque no queríamos lo mismo. Él quería una mujer y dos o tres hijos. Yo quería… ser feliz y estar tranquila y no tener hijos. Me daba igual si sola o en pareja.

Y, bueno, lo cierto es que durante un tiempo me sentí muy sola. Como una paria. Como si fuera una anomalía de la naturaleza o algo así. Tenía la sensación de que era la única en mi especie.

Somos un grupo de 7 amigas y ninguna tenemos ni vamos a tener hijos

En mi familia nadie me comprende, mi madre de hecho sigue pensando que voy a cambiar de opinión y teme que para cuando lo haga sea demasiado tarde. Tal vez por eso me lo recuerda todos los meses, como si llevara la cuenta mental de los óvulos que me quedan.

En fin, ya no me afecta. Y si no me afecta es porque la ruptura con esa pareja acabó provocando una ruptura con el estilo de vida que había llevado hasta ese entonces. Y con este cambio de vida, trabajo e incluso ciudad, conocí gente nueva e hice nuevas amistades. No perdí las anteriores, ojo, mis amigas madres siguen siendo mis amigas. Pero la distancia afectó a nuestra relación, no la empeoró, la hizo diferente. Así que, en la actualidad, diez años después de todo eso, mis amistades más cercanas son otras. Y no sé si ha sido casualidad o qué, pero en mi grupo somos 7 amigas y ninguna tenemos ni vamos a tener hijos.

La vida ha juntado a 7 de esas mujeres ‘desnaturalizadas’ ¿qué te parece? ¿Será cosa del destino? ¿O será que hay muchas más mujeres que no quieren ser madres de las que nos hace creer la sociedad? ¿Será que no somos bichos raros?

Yo ya no lo veo así y es gracias a mis amigas. Gracias a este grupo en el que hay solteras, divorciadas, casadas, emparejadas, heteros y lesbianas. A este grupo de mujeres que no contemplan la maternidad como una opción y por motivos muy válidos y variados.

Somos un grupo de 7 amigas y ninguna tenemos ni vamos a tener hijos

Gracias a ellas he descubierto que mi decisión es tan válida y respetable como la de las mujeres que quieren ser madres. Que no hay nada mal en mí. Que hay quien me entiende y comparte mi forma de pensar. Gracias a ellas no flaqueo cuando debo responder a la pregunta ‘y tú ¿qué, para cuándo?’. Gracias a ellas no me siento mal ni respondo con evasivas. Porque es posible que dios nos haya criado y nosotras nos hayamos juntado. Pero también creo que algo está cambiando y que las mujeres nos sentimos libres de decidir. Con respecto a la maternidad y con respecto a otras mil cosas. Somos libres de decidir ser madres o no, de hablar de ello o no. De hacer lo que queramos hacer, nos juzguen por ello o no.

Doy gracias a la vida, al Universo, a los santos o a quien corresponda por haberme permitido conocerlas. Y por poder sentirme comprendida y respetada por esta red de seguridad que son mis amigas para mí.

 

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