Soy becaria y mi jefa me acosa moralmente

Cuando se habla de acoso se suele hacer referencia al acoso sexual. Pero poco se habla del acoso moral que sufrimos tantas personas y a la que cada vez más se hacen oídos sordos.

He tardado mucho en darme cuenta de lo que estaba pasando, pero aquí está mi historia. Terminé la carrera de Administración de Empresas y al buscar empleo, solo encontraba becas sin tener mucho donde elegir. Comencé una beca de un año en el ámbito financiero. Me pareció muy interesante e importante trabajar en banca (quien sabe, lo mismo podía ser la loba de Wall Street).

Llegó mi primer día y allí estaba yo, puntual, a las 9:00h. Pregunté en la garita del guarda de seguridad por ella, y nada, que no estaba y que no podían dejarme pasar hasta que no llegara. No apareció hasta las 9:30h, y yo allí con cara de tonta en mi primer día, hiper nerviosa sentada en un sillón. Viendo como pasaba un sinfín de gente super trajeada, y además me miraban casi todos como diciendo “una nueva”.

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El primer día fue relajado; me llevó a comer y en la comida soltó un gran discurso sobre lo importante que era ella en la empresa, y también sobre lo guapa y lista que era su anterior becaria (uff, esto empezaba a olerme mal). Fueron pasando los días y tardé poco en darme cuenta de que la mujer era bastante lenta trabajando y que ella lo que quería era una secretaría más que una becaria, porque claro, era una mujer ‘importante’. Comenzó a darme una serie de normas para poder desarrollar bien mi trabajo entre las cuales estaban: está prohibido hacer amigos; al trabajo hay que venir guapa; haz contactos importantes; y un sinfín de otras patochadas.

La primera vez en la que me sentí bastante mal fue el día que me dijo que íbamos a hacer una visita importante a los brókeres de las mesas de los mejores productos financieros del mercado (wow) y que para dar buena impresión ese día tenía que vestirme muy elegante y guapa y ponerme tacones, porque claro, lo más importante en la vida profesional era la imagen. Me esforcé en vestir elegante, con mi americana, mi camisa, un pantalón arreglado y unos zapatos de tacón ancho que para mí eran muy cómodos, pues no sé andar con zapatos de aguja.

Aparecí allí super satisfecha con mi outfit ‘elegante/financiero’ y nada más verme, con muchísimo desprecio me miró lentamente de pies a cabeza, torció la boca poniendo cara de asco, y encima añadió un “já” y un largo suspiro. Ok, se me cayó el mundo entero encima, creo que nunca me he sentido tan pequeña como en aquel momento. Claro, que después llegó la visita, y tuve que pasearme por todo un edificio lleno principalmente de hombres sintiendo que yo era una caca podrida que no sabía llevar tacones, mientras ella me presentaba con la boca pequeña a sus colegas, y me decía de vez en cuando al oído que Carol, la anterior becaria, era tan guapa que lo hubiera hecho genial.

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Eso fue solo el principio, pues a raíz de ahí surgieron tantos episodios desagradables que ni yo misma puedo recordar, pero casi siempre giraban en torno a mi forma de vestir (que no estaba a la altura de la elegancia de la alta banca). Profesionalmente, mi jefa nunca hacía mención al gran trabajo que yo hacía, a lo responsable que era, o a lo rápido que aprendía. ¡¿Para qué?, ¡si eso en la alta banca era algo secundario! Más bien se dedicaba a trasladar a su jefa que yo no era suficiente y que yo no rendía bien.

Yo no reaccioné ni hice absolutamente nada al respecto. Tenía mucho miedo de perder el trabajo. Estaba desorientada, era muy joven, no estaba segura de dónde estaba el límite de lo que se debía permitir. Por suerte, las personas de nuestro alrededor notaron lo que estaban pasando y lo denunciaron a Recursos Humanos. Poniendo la voz que yo no fui capaz de poner. El caso fue estudiado durante meses, y aunque no estoy orgullosa de ello, finalmente mi jefa está de patitas en la calle.

A día de hoy, no mucho tiempo después, sigo trabajando en el mismo mundillo. Visto con zapatillas converse, vaqueros, y por arriba un mix entre lo que me apetece y lo que me da la gana. Con los labios bien rojos desde primera hora, que me dan la vitalidad que me falta a las 8 de la mañana. Ahora soy la responsable de un equipo, me ascendieron muy rápido gracias a mi nivel de responsabilidad y a mi constancia. Soy feliz en mi trabajo, hago lo que me gusta y trabajo con personas que me respetan, me dan alas y me aprecian profesionalmente.

Anónimo

 

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