Soy de la generación de cristal y todo me duele 

Madre mía, no sé por dónde empezar porque me cuesta hablar de ello. Siempre he sentido que soy más sensible que los demás, que muchas cosas me ofende, y sobre todo que nunca me siento cómoda. Hasta ahora pensaba que simplemente era una mimada, delicada y llorona. Pero, he descubierto que lo que me pasa tiene nombre: “generación de cristal” y que no soy la única que se siente así.

Según la definición: “Somos aquellos nacidos después del 2000, que sufren de madres y padres que los sobreamparan. Por lo tanto, la fragilidad es rasgo inevitable. No pueden gestionar los conflictos del vivir y se ahogan en medio vaso de agua.” Pues sí. Así soy yo.

Básicamente, tengo un apego enorme hacia todo, sobre todo aquello que me aporta seguridad y comodidad. Dejar el nido me ha costado, y aún siento que no soy capaz. No es que necesite que me cuiden continuamente, pero necesito de alguien que me proteja y me diga que es válido como me siento. Y es que no estoy preparada para ser adulta, ni tomar decisiones como adulta, ni hacer las cosas que se supone un adulto. No porque no sea madura emocionalmente, sino porque me asustan.

A la vez, existe en mi mente como mucha presión para encajar en una sociedad que continuamente está cambiado. Tanto en lo que respecta a tecnologías, como modas, como manera de relacionarse. Es una realidad, esto cambia cada día. Lo que me genera más inseguridad sobre lo que siento y me vuelvo hipersensible con temas que hasta hacía dos días no me preocupaban. Sintiendo frustración por la manera en que me situó en el mundo.

Ahora bien, no todo es negativo en el horizonte. Por suerte, intento cambiar y aprender de mí misma. También creo que soy más consciente de lo que cuesta vivir, de que no todo el mundo piensa como yo y eso está bien. A la vez creo que soy más comprensiva con la realidad que me ha tocado vivir y también empática. Es cierto que sigo ahogándome con medio vaso de agua, que considero problemas de cosas que no lo son y de que si me gritas un poco puedo llorar. Pero, también me doy cuenta de que estoy aprendiendo de mí y de mi manera de ser.

Lo importante de la generación de cristal es que hemos servido para saber que hay que atreverse a hacerse daño, que para crecer es importante volar y que aunque sintamos miedo, podemos aprender a gestionarlo. Si quiero dejar un mensaje positivo es que no está mal ser de la generación de cristal, ser altamente sensible y ahogarse a veces por un problema nimio, porque también aprendes a gestionarte y aprendes a encontrar soluciones. No nos quedemos con lo malo, y aprendamos a ver nuestros defectos desde todos los prismas. 

Ainhoa Jiménez