Está mal que yo lo diga pero… soy una persona alegre, optimista, colaboradora, buena amiga, positiva, comprometida… en resumen: ¡Un Sol! Siempre visto una sonrisa en mi cara, tengo saludos para todos, me río con facilidad… intento animar a los tristes y empujar a los contentos. Así que sí, ¡Soy un Amor! (Mis amigos, mi madre y mis abuelas os lo pueden corroborar si queréis contrastar la información).

Pero hay ciertos momentos… en los que todo lo malo, mi yo más oscuro, ese montón de maldad, de mala lecha y de perfidia que hay debajo de todos los arcoíris y nubes de colores de mi personalidad, afloran. De repente soy Mala Persona. Puedo pasar de 0 maldad a 100 en cuestión de segundos.

No importan con quién esté, incluso sola, que mi mente y mi boca son poseídos por satán. Empiezo a esputar tacos y groserías, a meterme con cualquier persona que se me ponga a tiró, lo veo todo desde el lado más oscuro del abismo y no tengo empatía ni con migo misma.

Ya no hablo, gruño. No sonrío, frunzo el ceño. No hay reparto de alegría, doy miedo. Tal cual os lo digo. Y todo esto es desencadenado por un motivo. Siempre el mismo y bien sencillo: EL HAMBRE.

Así es, cuando tengo hambre, soy Mala Persona.

Di que la cura es sencilla. Todo se arregla ipso facto con un buen bocadillo, una hamburguesa, un plato de macarrones… Los días que toca verdurita o pescado al vapor… me cuesta un poco más retomar el ritmo de buena gente, pero bueno… poco a poco vuelvo a mi estado natural.

Conociéndome como me conozco, lo que intento en mi día a día es no llegar al punto de tener hambre. Seguir el consejo de 5 comidas al día suele funcionar para aguantar de una a otra sin llegar a ser un ogro de los malos. Porque como os digo, cuando tengo hambre, soy Mala Persona.

 

@sandecesbybertabo