Dedicado a todas las personas que están esperando a que otro cambie.

No nos volvamos locas, en primer lugar, hay que distinguir la tolerancia, como actitud de respetar a los demás (aunque sean diferentes a nosotros) de la condescendencia, que nos hace adaptarnos a la voluntad de otros.

Hoy hablamos de la segunda, de lo que llamamos “aguantar” y esa delgada línea que existe entre tolerar y ceder. Conformarnos una y otra vez con lo que no nos gusta o no nos conviene, porque hay que “aguantar”.

Cuando amas a otra persona, o cuando existe una relación a diferentes niveles, sea laboral, familiar, de amistad, damos por hecho que tenemos que soportarnos unos a otros, a veces hasta el punto de pasar nuestros límites una y otra vez y dejarlo pasar, porque “hay que aguantar”, esto no es exactamente así.

Todos podemos tener un mal día, y dejamos pasar a otro en un momento determinado algún gesto o trato un poco más seco, porque empatizamos y entendemos que a todos nos puede ocurrir. Pero, un día, un momento puntual, si esto es algo recurrente, no tenemos porqué tolerarlo, nos está haciendo daño y si es reincidente, no es sin querer, es que lo sabe y le da igual, se ha acomodado en esa situación y ya.

Me da igual que tu novio, tu madre o tu mejor amigo, sean la persona más guay del planeta, si pasa de cómo te sientes por sus actitudes, si paga contigo sus enfados, si sigue dejando platos tirados y no le importa que tú siempre seas quien lo recoges, si solo te llama cuando está mal, si solo acude a ti para que le ayudes a resolver sus asuntos y no le importa cómo te sientes, no dejes de quererl@ pero, ponle freno.

Toma las riendas y decide tú como va a ser vuestra relación.

No se trata de rechazar a nadie, ni de convertirte tú en la brusca o desalmada, no se trata de orgullo ni egoísmo, no se trata de ser una mala persona. Se trata de no pasarlo mal.

Y ojo, porque no es solo por cómo te trate a ti, si es adulto y no sabe cuidar de sí mismo o resolver sus asuntos, no lo cuides tú. No le saques las castañas del fuego, no cargues con el peso que esa persona no sabe cómo llevar en su vida o no quiere ni le interesa saberlo, es más fácil siempre que te lo lleve otro, porque luchar con nuestras dificultades cada día es complicado para todos. 

Apoyarnos unos en otros es un alivio cuando se va codo con codo, todos a una, en la familia, en el trabajo, en las relaciones…pero, ser quien cargue con un poquito del peso de quienes nos rodean, al final nos llena la mochila en exceso y quien se parte la espalda, eres tú. 

Apoyarse no es darle el pescado al otro, apoyarse es ir a pescar juntos y reconozcámoslo, a veces no es que le demos al otro el pescado, es que se lo servimos, sin espinas y sin piel en una bandeja de plata y con guarnición.

Si estás “aguantando”, siendo condescendiente en exceso, esperando pacientemente en que un día, por arte de magia, van a ver todo tu esfuerzo, lo van a valorar y van a cambiar, espera sentada.

Cuando una persona cambia, el cambio viene de dentro, de su voluntad de vivir de otro modo la vida, pero, nadie aprende por cabeza ajena, no valen de nada tus esfuerzos para que otra persona haga cosas con su vida.

Así que no te dejes, no tragues, no te cargues con el peso de otros, apoya, pero, no vivas luchando batallas que no te corresponden.

Tampoco discutas, ni pelees, hazlo en paz. Aprende a decir “no” con asertividad.

“Estoy aquí, pero, con eso no te puedo ayudar.”

“Te puedo ayudar a hacerlo, pero, no puedo hacerlo por ti.”

En estos detalles también consiste cuidar de nosotros mismos y no solo caminar 20 min al día o ponernos cremas.

 

Herse H.