Ni a Cris ni al resto de sus amigas les gustó nunca el novio de Belén. Ella decía que le prejuzgaban injustamente, que tenía malas pintas y que se juntaba con malas compañías, pero era todo culpa de las circunstancias que le había tocado vivir. Su novio en el fondo era buena persona, o eso decía ella: sin embargo, Cris y sus amigas veían que su Belén cada vez salía menos, y cuando salía…cuando salía él siempre rondaba alrededor. No, no es que saliera con ellas: le veían detrás de las esquinas, o veían su coche pasar por la zona en la que estuvieran. La vigilaba y la controlaba, pero ella le defendía, diciendo que se preocupaba por ella y que sólo quería protegerla. Cuando se fueron a vivir juntos prácticamente dejaron de saber de ella: se cerró el perfil de Instagram y en su lugar abrió uno compartido con él, aunque él sí que mantuvo el suyo abierto. Apenas salía, y las pocas veces que salía se quedaba muy poco rato, se tomaba algo rápido y se montaba corriendo en el coche de él, que la llevaba hasta la misma puerta de donde hubieran quedado y se quedaba a esperarla durante el tiempo que estuviera con sus amigas.

Un día, hablando con ella tras una discusión que había tenido con este asqueroso ser, Cris consiguió que le contase el motivo de que ya apenas quedase con ellas: a él no le gustaban sus amigas, decía que eran unas guarras, que no era normal que prácticamente ninguna tuviese ya pareja estable a excepción de la ‘’puta bollera’’ de Candela y sostenía que eran unas metemierdas que querían cargarse su relación por envidia. Cris trató de aprovechar aquel momento de enfado por parte de su amiga para hacerla ver que estaba tratando de aislarla de sus círculos, y por un momento pareció funcionar…pero al día siguiente Belén ya le había perdonado, y desde entonces, se cerró más aún. Poco después supieron que ella había dejado los estudios, a él no le duraba ningún trabajo y la echaba en cara que viviera a su costa, así que ella se echó a la espalda la tarea de mantenerlos a ambos mientras que él cada vez desaparecía con más frecuencia, durante períodos más largos y en peores condiciones. Todo el mundo sabía que era un pieza, que trapicheaba con droga y que se metía más de lo que vendía; también que era habitual que se metiera en peleas, que apostara y que debiera dinero, pero Belén no parecía verlo, convencida como estaba de que si desaparecía era para hacer chapuzas como albañil y llevar dinero a casa.

No pasó mucho tiempo hasta que él empezó a pagar sus frustraciones con ella. Fue Lidia, otra de sus amigas, quien dio la voz de alarma, pues había empezado a trabajar en un centro de estética al que no sabía que Belén solía acudir: fue ella quien la atendió y quien vio las marcas en su cuerpo. En el momento, y al ver la incomodidad de Belén, no supo reaccionar, pero en cuanto pudo avisó al resto de sus amigas, y fue Cris, la que más confianza había tenido siempre con Belén, la que la escribió: le habló sin tapujos y le dijo lo que sabía y que no iba a presionarla, pero que cuando se viera preparada para salir de allí, contase con su apoyo y con el de todas sus amigas. Al día siguiente la foto de whatsapp de Belén había desaparecido en el móvil de Cris, quien mientras se angustiaba por su amiga libraba su propia batalla, pues estaba inmersa en un laberinto de hospitales tras haber dado marcadores tumorales altos en unas analíticas. A pesar de su angustia y su dolor nada le angustió más que enterarse de que Belén se había quedado embarazada. Por un lado, ese bebé podía ser la tabla de salvación de su amiga; por otro, podía ser una condena tanto para ella como para la criatura. Le dolía enormemente no tener a la que había sido su mejor amiga durante tantos años en aquellos momentos de incertidumbre, pero también le dolía saber que no podía hacer nada por ella, y menos en aquellos momentos de debilidad. Sus amigas estaban volcadas con ella, y a pesar de todo, ella insistía en que estuviesen pendientes de Belén, que las necesitaba más que nunca en aquellas circunstancias. 

 

La noche en la que Belén la llamó no tenía ni idea de por lo que Cris estaba pasando. No sabía nada de sus dolores, de la medicación que la tenía medio zombi, de las pruebas que llevaba a rastras y de las que le quedaban sólo para confirmar lo que ya sabían tanto ella como los médicos. Sólo sabía que necesitaba salir de allí antes de que el padre de su criatura volviese de comprar alcohol. Había llegado a casa de mal humor tras haber perdido dinero en una timba , le había pedido dinero a ella y como no tenía nada la había golpeado, la había arrastrado del pelo…nada que no se hubiera convertido en lo habitual para ella. Sin embargo, ahora no era sólo su integridad la que le preocupaba. Cris no se lo pensó: cogió el coche y se fue en pijama a buscarla. La ayudó a coger cuatro cosas y se la llevó a su casa. Una vez allí la preparó algo de cena, y durante un buen rato no hablaron. Belén lloraba a mares y Cris se limitaba a abrazarla mientras la acariciaba el pelo; esa noche durmieron juntas y abrazadas y al día siguiente, con una buena taza de café por medio, hablaron. Belén expuso sus miedos, el pánico que había sentido al pensar que iba a perder a su bebé y el horror que le producía denunciar, volver a ver a ese malnacido, que pudiera hacer daño de alguna manera a su hijo; Cris simplemente la escuchó sin presionarla.

Fue entonces, durante esa conversación, cuando Belén se dio cuenta de lo cambiada que estaba su amiga; había perdido muchísimo peso y se la veía demacrada y pálida, parecía costarle todo un esfuerzo sobrehumano, incluso hablar. Sin embargo, cuando Belén preguntó abiertamente a su amiga esta le quitó importancia, dijo que había pasado por una mala racha de salud pero nada grave. Obviamente Belén no la creyó, pero era evidente que Cris no quería preocuparla, por lo que no insistió y lo dejó pasar. 

 

Fue días después y a través de Candela de quien se enteró de lo que pasaba realmente: le habían detectado un cáncer muy agresivo y lo único que podían hacer por Cris era tratar de mitigar su dolor en la medida de lo posible. Le habían dado como mucho una esperanza de cinco meses de vida. En descargo de Candela hay que decir que sabía que Cris no quería que Belén lo supiera, pero cuando esta le preguntó abiertamente supo que no tenía sentido ocultar la verdad, pues tarde o temprano tendría que enterarse.

Han pasado tres años desde que ocurrió todo aquello. El ex de Belén está en la cárcel mientras que ella, con ayuda de sus amigas, ha logrado poquito a poco ir recomponiendo su vida, aunque aún le quedan muchos pasos que dar en su camino. Mientras tanto, disfruta de su pequeña Cristina, quien ilumina su vida y la de sus ‘’tías’’ como lo hizo la mujer cuyo nombre lleva.

 

Con1Eme

 

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