¿Cuando un hombre se casa se piensa tu suegra que tú pasas a ser su nueva madre?

Llevo casada un año justo, pero estoy empezando a arrepentirme y no es por mi marido, sino por mi suegra.

Solo como con él los fines por semana porque yo trabajo a medio día. Él suele ir a casa de su madre porque ella lleva unos años viuda y le da cosa que esté tanto tiempo sola.

Como mi marido es hijo único, ha abandonado el nido y ella tiene mucho tiempo libre, me fríe el móvil a mensajes:

“Nena, hoy hemos comido lentejas, haz tú otra cosa mañana”

“Si no tienes tiempo de plancharles las camisas, pónselas en el coche y lo hago yo”

“No le compres más ese champú que no le da brillo en el pelo, ese nuevo para ti y a mi hijo el de siempre”

“¿Has visto lo que le dado al chico? Con eso tenéis para dos cenas”

“¿El chico tiene colonia? Es que estoy en Mercadona y le puedo coger una que han sacado nueva”

Sí, cariño, todo eso me lo encuentro cada día en forma de audio en mi móvil. En el trabajo, cada vez que digo que tengo otro audio, hacen porra para ver si adivinan qué crisis existencial tengo que superar para que mi marido esté plácidamente atendido.

Yo le agradezco en el alma que nos eche una mano y que nos mande croquetas caseras hechas con todo el amor, pero lleva unas semanas de obsesión con la comida que no son normales.

Por si no te habías fijado, cuando se refiere a su hijo le llama “el chico”. No sé si es porque para ella siempre será su niño o porque es el único hombre de la casa.

Ahora su nueva obsesión es que mi marido está engordando porque no come bien y por eso ella despliega siempre su sabiduría nutricional y nos ayuda a planificar desayuno, comida y cena.

La llamada que se está repitiendo constantemente en las últimas semanas es la siguiente:

“Nena, dale a mi hijo de comer pescao, que está echando barriga como tú y él tiene que cuidarse”

Como diría mi abuela, “además de puta, apaleá”. Me suelta la indirecta directa de que yo estoy gorda y eso para su hijo no es bueno, pero si encima ella como con él más días que yo y luego nos prepara lo que ella cree que deberíamos cenar (que sigo diciendo que se lo agradezco muchísimo), entonces, ¿cuándo le doy yo el pescado?

Me mata que lo siga tratando como un niño pequeño. Puedo llegar a entender que entre novela y novela, es lo único que tiene que hacer, pero que deje de darme a mí la monserga porque su hijo ya es mayorcito.

Ya le he soltado, como quien no quiere la cosa, que por mí no hay problema en que nos envíe una ración de pescado, o que en lugar de hacerle a su querido chico un costillar al horno para comer, que le ponga una merlucita alegre, que le va a sentar muy bien.

Manda narices que te controle constantemente y esté expectante para decirte qué puedes mejorar. Tengo preparado lo que le pienso decir al próximo comentario que me haga: “Vamos a hacer una cosa, que el chico se mude contigo, tú le alimentas, vistes y controlas bien y yo ya me pasaré de vez en cuando a cenar croquetas.”

 

Anónimo

 

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