¿Habéis escuchado alguna vez aquello de “Si no quieres caldo, toma dos tazas”? Pues eso mismo es lo que me sucede a mí con mi suegra. No, no me entendáis mal, no la odio ni nada de eso. Al contrario, siempre he procurado llevarme bien con ella por el bien de mi marido y ahora, el de nuestro hijo. Pero a veces, ¡ay, a veces! Unas pocas de ganas de matar sí me entran.

En apariencia todo marcha bien. Mi suegra es una señora mayor, siempre sonriente y amable, dispuesta a ayudar en lo que haga falta. Pero tiene esa tendencia a hacer todo a su manera.

Os pongo en situación. Nuestro hijo Álvaro, acaba de cumplir su primer añito. Pero claro, yo soy primeriza y reconozco que puedo ser un poco sobreprotectora con él. Aun así, siempre trato de razonar las cosas que pido que se hagan o que no se hagan con él. Soy loquita pero no demasiado, lo prometo.

Hace un par de semanas, hablé con mi suegra y le pedí, muy amablemente, que por favor no le cortara el pelo a Álvaro (porque ella insiste en que con el calor el niño se va a asar y bla bla). No es por ser quisquillosa, es que ella ya no tiene el pulso de antes y me aterra que pueda hacerle  daño además de dejarle como un teleñeco. Pues ¿qué creéis que ocurrió? Exacto. La pillé en plena faena con unas tijeras en la mano y a punto de dar rienda suelta a sus dotes de Llongueras.

Lo peor no fue eso. Lo peor es que cuando me vio me sonrió como si no estuviera desobedeciendo una petición expresa. Por supuesto, no discutí delante de Álvaro. Pero, por dentro, estaba que trinaba.

Y eso no es todo. Si es que cuando llueve escampa majas. Hace unos días, nos enteramos de que había llevado a Álvaro en coche. Esto no sería un drama de no ser porque mi suegra no ve dos en un burro y es la imprudencia personificada al volante. Su hijo es el primero que le dice que por favor no coja el coche que cualquier día tenemos un susto, ya no os cuento la de veces que le hemos dicho que ni se le ocurra llevar con ella al niño. La vez que la pillamos lo justificó con que tenía una urgencia y no iba a dejar al niño solo en casa. ¿La urgencia? jamás supimos.

Entiendo que ella sea la abuela y que quiera disfrutar de su nieto. Pero, ¿qué cuesta respetar las decisiones de los padres? ¿Acaso no es eso lo más importante?

Pero claro, para ella soy solo la madre primeriza, la que se preocupa demasiado, la que no tiene experiencia. Como si ella tuviera la patente de la maternidad. Y yo, ¿qué puedo hacer? Mi marido me apoya y aunque quiere a su madre con locura es consciente de que esto no puede seguir así. Lo dejamos con ella una vez de vez en cuando, no os creáis que es a diario, y lo dejamos porque ella insiste. Y la única solución que se me ocurre es no dejarla nunca a solas con el niño… Pero esto va a desatar la Tercera Guerra Mundial.

En fin, os dejo que tengo que ir a buscar a Álvaro antes de que a mi suegra se le ocurra que es buen momento para llevarlo a bucear con tiburones.

 

Nuera Nuerita

 

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