(Relato escrito por una colaboradora basado en una historia real)

 

No hay mayor ciego que el que no quiere ver.

Me he atrevido a contar hoy mi relación con mi suegra y la verdad que podría terminar pronto este relato porque relación como tal no hay.

La conozco desde pequeña. Vivíamos en el mismo barrio y nunca le caí bien. Puedes pensar que exagero un poco, pero no, eso es algo que se nota.

Su hijo fue, es y será mi gran amor. Coincidíamos en el colegio y en clases particulares. Fuimos al mismo instituto y fue mi primer novio. Él dejó los estudios y se metió al ejército, por lo que nos tuvimos que despedir. En ese momento las vida nos separó.

Años más tarde, nos volvimos a encontrar. Ambos estábamos divorciados y nos dimos una nueva oportunidad. Ha sido el padre de mi hijo el mayor, porque lo ha criado él.

Cuento todo esto porque el amor de mi vida falleció el año pasado de una forma repentina. Fue un shock para todos, pero la reacción de su madre no ayudó en absoluto a que la situación mejorase.

No llegamos a casarnos, pero sí que nos hicimos pareja de hecho. Estábamos buscando el segundo peque y me enteré de que estaba embarazada unas semanas más tarde de su entierro. La verdad es que ha sido la mayor alegría de esta situación, pero ahora entenderás porqué digo que con su madre no hay nada que hacer.

 

Al saber que estaba embarazada, fui a hablar con mi suegra para comentarle la situación. Previamente decir que, cuando se enteró de que su hijo había muerto, no me dijo ni mu, pero en el entierro bien que montó el numerito de madre destrozada. Para ella, ese bebé sería de otro, así que ni me abrió las puertas de su casa al saber que iba a tener un nieto.

Mi intención en todo momento era que el peque tuviera los apellidos de su padre y me informé de cómo hacerlo, dado él ya no estaba. Se ve que hay un trámite en el que deben hablar con los familiares y mi suegra dijo que yo no era su nuera, sino una ex de adolescencia de su hijo.

Mi amor era hijo único, su padre falleció cuando era pequeño y solo tenía de familia a su madre. Sus tíos y primos, que viven en otra localidad, sí que testificaron a mi favor y mostraron fotos y recuerdos que corroboraban que estuvimos juntos más de una década. Gracias a eso, mi hijo tiene los apellidos de su padre.

Todo esto fue muy sonado en nuestra zona y, cuando la gente le pregunta, ella sigue diciendo que solo soy un amor de verano cuando su hijo era joven y que ese niño, para ella, no es más que un desliz que tuve. 

Contar esta historia me ha servido para sincerarme y para demostrar que la familia que te toca, no siempre se comporta como debe. 

 

Anónimo

 

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