O el niño de mamá, como queráis llamarlo.

Ya os dije que mi suegra es la hostia, pero la anterior no lo era tanto. Ahora, con la sabiduría que me dan los años, lo pienso y no sé cómo cojones no mandé a cascarla a mi querida (por suerte ya) ex pareja. Por mimado, por estar escondido bajo las faldas de su mamá y, por qué no decirlo, por imbécil y por no saber (o no querer) darme nunca mi sitio.

El susodicho llegó a mi grupo de amigos cuando teníamos 19 años. Yo, por aquel momento, tenía un curro de fin de semana así que no le conocí hasta meses mas tarde. Lo normal, chica conoce a chico, se enamoran, todo es de color de rosa, y poco más tarde deciden empezar una relación.

Si que oía bromas sobre su madre de mano de mis amigos, pero no les di importancia. Y si que noté que, normalmente antes de cenar, llamaba a casa a avisar de que no cenaría allí. Pero lo vi normal, yo también lo hago.

Pero, el primer día que íbamos a cenar solos, ¡la que se me vino encima!

Estuvimos con mis amigos por la tarde, y de allí nos fuimos al restaurante.

Como de costumbre, llamo a su madre para avisar de que no cenaba en casa.

Cinco minutos más tarde, llamó su madre que le necesitaba en casa porque necesitaba que fuera urgentemente porque quería un yogur. Con todo su papo. Y, por si no lo había dejado claro, mi pareja, que tenia la personalidad justita para firmar el DNI, le dijo que vale y se marchó. Bueno, corrijo. Me pidió que le llevase en mi coche urgentemente a casa y la gilipollas de mi lo hizo.

A los días me explicó que su madre era muy dependiente y necesitaba mucha ayuda. Pero no os creáis que la mujer tenía algún problema o discapacidad. Se valía por si misma perfectamente, trabajaba, y en casa estaba también su marido, que ni siquiera estaba sola. Simplemente le gustaba que mi pareja fuera su esclavo.

La misma pauta se repitió por meses.

Casualmente, si cuando llamaba a avisar comentaba que cenábamos todos los amigos juntos, no se le antojaba nada a la mujer. Pero, si cenábamos solos, necesitaba un zumo, o un helado, o que la rascasen el pie. Y mi novio se iba corriendo al grito de “si tu me dices ven, lo dejo tooooodo”.

No se cómo, pero estuvimos juntos varios años. Y no, el control no cesó cuando nos fuimos a vivir juntos. Nos hacia la compra porque “esa seguro que no sabe ni hacer la compra, a saber qué porquerías te hace de comer”.  Aunque en aquel momento yo solo pensaba “ey, compra gratis, más dinero para mí”.

En una época en la que él se quedó en el paro, pagué un viaje a Londres para cinco días. Pues me dejó tirada en el aeropuerto y no se presentó, porque su madre le dijo que era mala idea hacer ese viaje. Me fui yo sola.

El día que hablé con el sobre que puto problema tenía su madre conmigo, me dijo que en parte era culpa mía. Porque no era muy femenina (no suelo usar cremitas ni maquillaje), no sabía coser ni sabía bordar como las niñas de bien (por suerte las tablas de multiplicar las domino). Y le parecía tan normal todo mientras me lo decía. ¡Con dos cojones!

Por suerte, ya no estoy con esa persona. ¡Y mi suegra es la caña!

Andrea.