De cómo ir a sacarse sangre y abandonar la sala con más agujeros que un colador y más cabreada que una perra.

Si hablamos de extracciones de sangre, hay gente a la que le pinchas y la sangre sale cual riada en invierno y otra gente, entre la que estoy yo, que la pinchan y la sangre esta muy a gustito en mis venas y dice que salir para nada es tontería.

Hace unos días tuve que ir a hacerme una analítica de esas a las que vas en ayunas y todas sabemos que ir en ayunas no ayuda para nada a que una esté de buen humor por la  mañana.

Entre unas cosas y otras, llega mi turno y empiezan a pincharme y la sangre no sale. Le digo a aquel muchacho que me ha pasado varias veces, que me pinchan en el dorso de la mano porque suele salir mejor. Mirada de «cállate la boca que él que sabe soy yo» por encima de la mascarilla y sigue a lo suyo. 4 pinchazos y varias vueltas de palomilla después, incluso dos tubos desechados por perder el aire, no tengo manos para sujetarme tanto algodón con esparadrapo en mi brazo. Otra compañera me pregunta si me ha pasado más veces a lo que respondo que sí y entonces ocurre.

Aquel muchacho que me taladró el brazo minutos antes me mira y suelta por esa boca: » Es que también tienes la sangre gorda» 

¡Venga! ¿Perdona? No le contesté lo que me hubiera gustado porque me quedé flipada y porque soy de esas personas que se le ocurren las buenas contestaciones cuando ya ha acabado la conversación pero me pilla hoy u otro día, y le suelto la frase que da título a este artículo. «Tengo la sangre gorda y el coño también»

Así que aquí estamos, siendo una gorda completa, altanera y orgullosa. 

Que estoy a un paso de cambiarme la bio en Twitter e IG y añadir «tengo la sangre gorda» porque oye, que nunca se sabe. Cuenta la leyenda que los que tienen la sangre azul son la realeza pero y los de la sangre gorda, ¿qué? Algo tendremos que tener, ¿no? Si es necesaria iniciar una revolución, la inicio.

A ver si ahora lo que va a pasar es que mis kilos de más no son grasa acumulada, sino que mis kilos de más sobre el peso normativo es debido al peso de esa sangre que corre por mis venas. Que a ver si ahora voy a hacer el tonto, más aún, poniéndome a dieta como media población en el mes de enero y lo que en realidad necesito es a un vampiro que venga a chuparme la sangre.

Yo aquí, prestándole toda la atención a la papada (nunca le agradeceré lo suficiente a las mascarillas el poder llevarla camuflada) y resulta que tenía que mirar en mi interior, que la próxima vez que alguien venga a tocarme las narices con eso de «tienes las tetas grandes porque comiste mucha miga de pan de pequeña», le voy a soltar un » no que va, es que las tengo llenas de sangre gorda» Y que vengan con otra ofensa.

Tener la sangre gorda va a convertirse en mi excusa favorita.

«Te toca bajar la basura» -No puedo, tengo la sangre gorda

«Yo creo que no deberías beber más cerveza» -No pasa nada, tengo la sangre gorda

«¿Por qué no haces algo de deporte? -Uf, que va, con la sangre gorda es malísimo.

Porque soy una señora casada a la antigua usanza que si llego a tener un perfil en esas páginas de coqueteo antes del folleteo os juro que mi descripción sería:

36 años. Pies planos. Antebrazos finos. Sangre gorda. 

Y que fuera lo que tuviera que ser.

Por cierto, la analítica todo bien, todo correcto.