La atracción por los tíos malotes

A menudo, hablando con amigas, observo que se tiende a generalizar que a todas las mujeres nos gustan los tíos ‘malotes’. Rebeldes, peligrosos, varoniles son algunos de los adjetivos que se han repetido a lo largo de esas conversaciones y, sinceramente, no sé cuál de ellos me perturba más. Para mí, todos son sinónimo de ‘masculinidad tóxica’. 

No soy antropóloga ni nada parecido, pero sí entiendo que esa atracción que dicen sentir mis amigas se fundamenta sobre todo en los estereotipos de género y en una serie de iconos presentes en la cultura pop desde hace décadas (quizás más). Películas míticas como Grease o Pretty Woman refuerzan algunos de estos estereotipos, por lo que sus protagonistas masculinos son un ejemplo excelente para arrojar algo de luz a este discurso. 

Por un lado, tenemos a un prototipo de hombre ligón y rebelde, cuyo rasgo más atractivo es la de ser lo que cualquiera entiende por ‘un tipo duro’. Por el otro, tenemos a la clase de hombre que resulta varonil gracias a su estatus social y su posición de poder que, aunque su aspecto y su estética no se asocie a priori con este estereotipo, sí que tiene una predisposición a saltarse las normas y a actuar de manera éticamente cuestionable. En resumen, uno es más bien un canallita estándar y el otro un alto ejecutivo putero. ¿Qué tienen en común? Que las mujeres de las que supuestamente están enamorados tienen que cambiar para estar con ellos: una se pasa de santa y la otra de puta, ¿veis por dónde voy? 

Hace tiempo que para mí el concepto de ‘malote’ cobró un sentido más amplio. Creo que no solo hay muchas mujeres que se sienten atraídas por este prototipo de hombre basándose en unos estándares estéticos y sexuales. Creo que el poder, en el sentido más amplio de la palabra, crea también una atracción muy fuerte y, en una sociedad patriarcal en la que la mujer, por defecto, tiene un estatus de mayor vulnerabilidad que la del hombre ―al menos, hombre hetero blanco― de alguna manera es fácil sentir atracción por alguien cuya naturaleza poderosa le brinda la facilidad de hacer un poquito lo que le da la gana. Vamos, que esta premisa nos trae de vuelta al rollito rebelde del que he hablado antes.

Creo que es esa libertad lo que de verdad atrae a muchas mujeres, porque en su fuero interno anhelan ser como ellos, es decir, quieren aspirar a tener más opciones, a tener ese poder y ese estatus y, en consecuencia, gozar de cierto atractivo también. De ser cierta mi teoría, me resultaría más sencillo entender que algunas mujeres estén dispuestas a cambiar e, incluso, a renunciar a sus gustos o sus principios para estar con un hombre así. De hecho, me atrevo a decir que en muchos casos estos hombres ni siquiera les gusta de verdad, sino que les gusta lo que les hace sentir el estar con ellos.  Y también estoy bastante segura de que se trata de otra forma de combatir los complejos y las inseguridades que el propio sistema patriarcal nos pone tan a huevo sufrir. 

En definitiva, yo no juzgo ni doy chapas a las amigas que me hablan acerca de sus preferencias en un tío. Los gustos de cada una son una cuestión privada y no tengo derecho a inmiscuirme. Eso sí, cuando observo un patrón de conducta que me hace pensar que mi amiga puede estar en una situación delicada, sí me pongo en modo amiga date cuenta. Aunque seamos pesadas, tenemos que cuidarnos entre nosotras. Los ‘malotes’ no lo van a hacer.

 

Ele Mandarina