Tengo 40 años y le echo Ketchup a todo

 

La semana pasada celebramos el cumpleaños de una de mis amigas cenando en un restaurante muy famoso de nuestra ciudad. Es uno de esos en los que te ponen un menú degustación con 4526875 platos. O platitos, más bien. El local está muy chulo, el servicio es excelente y la comida… a mis amigas les encantó. A mí también, casi toda. Y lo pasamos muy bien, fue todo perfecto. Excepto quizá el momento en el que a uno de los camareros casi le da un parraque… cuando le pregunté si me podía traer un par de bolsitas de Ketchup. Blanco se puso el chaval.

Y más blanca me quedé yo cuando me dijo que no tenían. ¿Cómo no hay Ketchup en un restaurante? ¿Mayonesa tampoco? ¡Pero bueno!

Pues no. Que no tienen. Se ve que los modernos no toman Ketchup ni otras salsas embolsadas. Mis amigas estaban divididas entre partirse de risa y morirse de la vergüenza. Yo solo quería mi Ketchup. Porque tengo 40 años y le echo Ketchup a todo. Doy, o daba, por hecho que siempre lo tendré a mi disposición cuando salgo por ahí a comer. Lo mismo a partir de ahora procuro llevar un par de bolsitas siempre encima. Porque yo soy así y porque necesito añadir la dichosa salsita a casi todo lo que como. Me pasa desde pequeña, porque el Ketchup fue la solución que encontró mi madre para que comiera algo. Yo era la típica niña diésel, no necesitaba apenas comer. Y, entre el escaso apetito, y que nada me gustaba… pues mis padres desesperados.

 

Tengo 40 años y le echo Ketchup a todo

 

Sin embargo, con la ayudita del Ketchup empecé a ingerir alimento sin necesidad de toda la parafernalia que montaban a la hora de las comidas. Sin llantos ni arcadas, además. Así que pronto descubrieron que, con un poquito de esta maravillosa salsa, lo mismo comía un filete que un plato de judías o espinacas. Gracias al Ketchup los almuerzos y las cenas de mi familia pasaron a ser mucho más agradables. Fue mi compañero de mesa fiel hasta que llegaron aquellos años terribles de la adolescencia en los que ni el Ketchup lograba que ingiriera algo de alimento. Pero, gracias dios, a mi familia y a todos los profesionales de la medicina y la salud mental que me trataron, volví a comer.

Y, con el tiempo, volví al Ketchup. En la actualidad consumo mucho menos, eh. Ya solo me pongo un poquitín en un lado del plato para ir mojando y disfrazando los sabores que me disgustan. Se podría decir que he madurado…

La verdad es que lo mantengo en mi dieta porque sigo siendo un poco rara y repugnante. Pero también porque, aunque soy consciente de que a todo el mundo le parece una soberana gilipollez, el Ketchup es algo así como mi lugar seguro en lo que a comida se refiere.

 

Tengo 40 años y le echo Ketchup a todo

 

Me da tranquilidad. El Ketchup es casa para mí. Con 3, 15, 28, 40 y 72 años. Por lo que no pienso renunciar a él mientras el cuerpo me lo permita. Es lo que hay.

 

Carola

 

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