A estas alturas de la vida sigue siendo la industria de la pornografía la que enseña a los jóvenes a follar. Así que a ti, mujer, se te ha enseñado que tu trabajo en lo sexual es estar lubricada cuando llegue el momento de la penetración además de otros detalles como esos gemidos imposibles de actriz porno que deberías emitir para indicar que te gusta (¡porque no se puede disfrutar calladita!). Y de pronto llega el día en el que tu vida sexual da comienzo y… ¡Sorpresa! ¡Esa lubricación perfecta no está por ningún lado!

Al principio piensas, o yo pensé, que es la primera vez, que es normal. El problema llega cuando es una vez, y otra, y otra, ¡algo falla y estás necesitando tirar de esos apreciados botecitos de lubricante que en el porno no se ven por ningún lado! Por supuesto, es tu culpa. Tu cuerpo no está bien y vas a pasarte un tiempo, años en mi caso, pensando que tienes un problema de lubricación, aunque tu ginecólogo no lo vea por ningún sitio. 

Amiga, vengo a darte una buena noticia: lo más probable es que no exista problema alguno. Nuestro cuerpo, que es infinitamente más sabio que nosotras, nos está avisando de la cruda realidad: nuestra pareja sexual no nos pone nada de nada. 

Para buscar una solución lo ideal sería que nos conociéramos a nosotras mismas lo suficiente como para poder indicarle lo que debería hacer si quiere conseguir en nosotras un efecto piscina digno de la mejor actriz erótica, pero no voy a enrollarme en eso. 

El punto es que llega un día en el que te topas con alguien y tú, por mera prudencia, le dices que tienes problemas para lubricar, y resulta que cuando te toca no hay fallo alguno porque ha conseguido ponerte cachonda como ninguno antes. Te sientes como en el Valhalla de los Vikingos aunque para mí fue inevitable pensar en el dinero gastado en lubricantes por creer que había algo malo en mi cuerpo. Ojo, que el dinero te lo vas a seguir gastando igual, pero ya por puro placer. 

Yo, inocente de mí, pensaba que cómo no iban a ponerme los tíos con los que había follado, si eran perfectos. Pero no daban con la tecla, oye, y dio con ella el hombre más alejado de mi prototipo que alguien se pueda imaginar. Desde entonces se acabó el dolor en el sexo y los desesperantes “ay, para, para, que no entra”. 

La única conclusión de esta historia es que si tú te tocas y contigo misma te va bien, lubricas de maravilla; solo queda ponerte en el papel de maestra y guiar a tu acompañante o esperar a que llegue el que te haga entender por qué en la mayoría de paraísos mitológicos aparece representado un lago.

 

Reyes Gómez Galán.

@reyesendless_