Aunque siempre me he considerado una mujer en pro de la diversidad y fiel defensora de que cada uno elija cómo o quién quiere ser debo decir que a mi alrededor todos mis conocidos y personas cercanas han sido siempre CIS hetero. Nunca le había prestado la más mínima atención a este detalle, simplemente he vivido como os digo defendiendo la idea de que debemos ser libres de vivir amando sin más y pudiendo ser esa persona que queramos.

Aunque todo cambió cuando conocí a Erik, el chico más increíble que Tinder pudo haber puesto ante mí. Su perfil me sedujo desde el minuto cero. Esa mirada, su sonrisa… No sé cómo explicarlo, pero fue la primera vez en toda mi vida que tuve claro que debía conocer a alguien. Erik era la persona.

Tuve la suerte de que él respondió pronto a mi llamada devolviéndome el like y poniéndome a la vez sumamente nerviosa. Es que me es muy complicado explicar por qué Erik me produjo tantas sensaciones juntas. En sus fotografías se podía ver que era un chico especial y en su descripción lo plasmaba a las mil maravillas: ‘Simplemente soy yo, sin complicaciones y con muchas ganas de vivir’.

Quizás porque había pasado una época complicada y me había marcado esa misma meta… No lo sabía pero tenía claro que Erik y yo teníamos más en común de lo que ambos nos podíamos imaginar. Revisé su perfil un par de veces más hasta que su primer mensaje entró en mi bandeja. El teléfono casi se me escapa de las manos de los nervios.

Estuvimos hablando un rato y pude saber que Erik estaba estudiando una ingeniería en la universidad y en ocasiones paseaba perros para sacarse un dinero. Era un chico encantador y súper educado, no me podía creer que una persona así estuviese soltera. Podíamos habernos pasado horas hablando, teníamos tanto en común y tanta conexión… Os puedo prometer que esa noche me metí en la cama ilusionada como una niña boba y esperando que al día siguiente Erik también quisiese saber algo más sobre mí.

Nos sorprendimos hablando durante tres días más hasta que decidida le pregunté si le apetecería que nos tomásemos juntos una cerveza. Ya no estaba nerviosa en absoluto, lo cierto era que sentía que Erik era esa persona que me faltaba en la vida. Fui capaz de contarle detalles de mi vida que no había podido soltar en muchos años y él hacía lo propio. Estaba loca por conocerlo en persona y descubrir si todo lo que estaba empezando a sentir era real o solo cosa de mi imaginación.

Por suerte no me equivocaba. El día que Erik y yo nos vimos saltaron las chispas entre los dos. Fue increíble verle aparecer en la cervecería, poder ver en persona esa preciosa sonrisa y sentir su mirada clavándose en la mía en ese tono avellana tan intenso. Erik se sentó a mi lado, arrimó más su silla y me dio un fuerte abrazo que para nada me esperaba pero que agradecí muchísimo. Cero nervios, era como si en aquel local solo estuviésemos nosotros.

Nos tomamos la primera cerveza y justo después de pedir una segunda ronda él me confesó que debía decirme algo, que estaba algo asustado por tener que hacerlo y por conocer mi reacción. Me asusté bastante, os juro que se me pasaron por la cabeza un millón de circunstancias que podían estar pasándole pero en absoluto hubiera imaginado aquello. Él estaba visiblemente nervioso, me miró a los ojos muy sincero.

‘Ya me ha pasado otras veces y de verdad no quiero que me pase lo mismo contigo, eres una chica única y antes de pillarme como un tonto por ti tengo que decírtelo: soy trans.’

Os aseguro que en un primer impulso pensé que estaba bromeando, pero al segundo sentí que era verdad. Lo miré sin decir nada y como por arte de magia solo pude  sonreír. Fue lo único que hice, acariciarle la nuca con cariño y regalarle mi mejor sonrisa.

‘Bueno, quizás tienes que saber que no estoy operado, es decir…’

Erik parecía una ametralladora de sinceridad, creo que ni él se creyó que para mí aquello no fuese en absoluto un inconveniente. De hecho me daba igual que tuviese o no pene, me di cuenta en ese instante que a mí me gustaba Erik, como se me había presentado, ese chico sincero, atento y simpático que me había conquistado desde el primer segundo. Volví a sonreír y puse uno de mis dedos sobre sus labios como pidiéndole que dejase de dar explicaciones. Entonces me acerqué y lo besé con muchísimo cariño. Él me respondió y por muy ñoño que suene os juro que un millón de fuegos artificiales explotaron en mi estómago. Estuvimos abrazados un rato hasta que una de las bromas de Erik rompió el silencio.

Nuestra relación ha sido desde entonces pura magia. He aprendido más en estos siete meses que en toda mi vida, sobre el cariño, el amor, el sexo, la sensualidad y el deseo. Nunca he estado tan segura de estar al lado de una persona y nunca había querido de la misma forma que quiero a Erik. Sin importar nada más, vivo enamorada de él como persona, lo demás me da absolutamente igual.

 

Anónimo

 

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