Os voy a contar una de las aventuras que más encanta. Me hice Tinder y entre varios chicos con los que hablaba hubo uno que me gustaba. Iba en traje de chaqueta, es lo que me va a justificar. Ojo cuidado a la trampa de un hombre en traje de chaqueta, no os dejéis seducir.

Estuvimos hablando y la verdad que muy bien. Me dijo de quedar un día por la tarde para tomar un café sobre las 5, cosa que me llamó la atención bastante, viniendo de la dichosa app pero me dije, bueno why not? Es una hora puritana. Accedí a quedar.

Llegué yo antes que él al punto convenido, cosa que ya me empezó a echar hacia atrás. Pero ay Dios mio cuando lo veo venir en la lejanía. Tierra trágame absoluta. Me veo venir a un pimpollo o palomo vestido con unos pitillos negros, una camisa azul, sus mocasines de borla y peinado con un lametón de vaca de gomina de 7kg. Me pregunta si soy yo y le digo que sí (podría haberme hecho la loca pero una ya asume sus actos y consecuencias). 

¿ Sabemos que es el lenguaje no verbal, cierto? Pues él no lo pillaba. No podía tener servidora los brazos más cruzados y  mi postura corporal echada hacia atrás. Pero bueno, dale una oportunidad. 

Entre maravillosas perlas salidas de su boca como té shai o que tenía caballos y le gustaba la buena vida, que veía que yo también era amante de la buena vida (hombre cariño, una a un buen vino y una buena comida no se niega, de lo que sea la comida claro jeje).  El caso es que huyo de la cita con una macro bomba de humo y le digo que ya iremos hablando. Sólo nos dimos los dos besos de cortesía al saludar y despedir.

Le cotilleo en insta, pillo su nombre y lo busco en face. A las dos horas de quedar conmigo puso que tenía una relación. 

¿Me he prometido y no me he enterado? ¿No iría por mí? Nunca lo sabré. Lo bloqueé a los minutos.

 

Croqueta de Espinacas.