Ya os conté el que fue el mejor polvo de mi vida gracias a Tinder, y hoy vengo con el peor.

Yo tenía veintialgunos y él era el portero de unos de los locales de moda. Jijijí, Jajajá. Ay eu seou brasileiro. Ay brasileño, mira que tú qué bien. Jijijí, jajajá. Siempre me pedí que le fuera a buscar  cuando terminase la fiesta y nos íbamos juntos, pero yo cuando terminaba la fiesta prefería irme a mi casa antes  que recoger a una falsa estrella de la noche rodeado de groupies borrachas.  

Guapa, ¿quedamos? SMS. ¿Tú te puedes imaginar la cantidad de años que puedo sentir encima, cuando pienso  que los SMS eran la vía de comunicación, además de Tuenti o Facebook? Peeppeep.  

Claro que sí, vamos a quedar, porque llevo una semana con gastroenteritis y estoy más aburrida que un mono, lo  único quizás un poco trapito. Pero venga, quedamos aquí, fenomenal, fenomenal.  

Mua, mua, ¿Qué tal, bien? ¿Tomamos algo? ¿Damos un paseo? Pues mira es que he estado mala, así que mejor  algo tranquilo. ¿Quieres subir a mi casa? Vale, vale, Ai, se eu te pego Ai, ai, se eu te pego, y para allá que fuimos. Una vez pasado al portal y habiendo atravesado un laberinto de patios interiores y edificios con muchos pasillos, me tuve que enfrentar a un sexto sin ascensor. Sobra decir que llegué al destino en un estado lamentable, además  de jadear como un animal en matanza. Me recibieron seis brasileños, sentados tranquilamente alrededor de una  mesa, de risas. Jiji, jajá. Aparecieron dos chicas, ¿quieres agua? No, gracias. Y de repente, me empiezo a marear.  Acabáramos.  

Voy un momento fuera hablar por teléfono. Si, si claro, tranquila, ¿estás bien? Si, si… 

Adióslaluz, y además así tal cual. Yo no sé lo que pasó, porque juro que no voy a volver a ese momento para  intentar averiguarlo, pero abrí los ojos y estaba tumbada, sobre mí, nueve cabezas de brasileños mirándome más  asustados los pobres, que ni habiendo robado un banco.

Tranquilos, tranquilos, no pasa nada. Es que he estado  mala muchos días, la escalera, el no comer…Traedle agua, ven siéntate aquí. Después de un rato en una  habitación, Carlinhos número 1, asomó la cabeza y le invité a pasar y un buen rato nos empezamos liar. Yo me lo  estaba pasando bien, pero entonces vi, que la separación de aquella habitación con el resto de la casa era un  biombo, y todo ya fue demasiado para mí.

Me sentía actriz protagonista de una película de Rebel Wilson. Así que  esperé sin hacer el más mínimo ruido ni movimiento a que aquello pasara. Pobrecito, a veces lo pienso y me da  pena. Me voy a dar una ducha y vamos a tomar algo, algo de azúcar, ¿quieres darte una ducha tú? No, no, gracias.  Yo espero aquí. Click, pestillo, me vestí a toda prisa, y cuando salí por la puerta, los brasileños sentados voltearon  hacia mí.

¿Te vas? Ay sí, es que me tengo que ir corriendo, corriendo. ¿Sabes llegar a la salida? Si, si, sin problema.  Adiós, adiós, até mais. Me lancé a la boca de metro como si fueran las puertas del cielo, y haciendo un Lluvia de  Estrellas, pero a la inversa.

Debo decir que en ningún momento pasé miedo o me sentí insegura.  Todavía me veo en el metro reflexionando qué es exactamente lo que había salido mal, cuando desde el primer  momento fui consciente de que aquello ya pintaba mal desde el principio. Pero oye, una debe tener el peor polvo  de su historia, así como también tiene que tener el mejor. Sal ahí fuera y busca lo que te falte, estás incompleta si  no.

 

Paula May