(Relato erótico escrito por una colaboradora basado en una historia real)

 

Esta fue una de las experiencias más desagradables que he vivido con una cita Tinder. 

En esta app de folleteo conocí a un chico con las mismas ganas de chingar que yo, así que no nos andamos con rodeos y quedamos para echar unos polvetes. La cosa estaba calentita porque nuestros chats echaban fuego con nuestras conversaciones. Tanto fue así que me había masturbado un par de veces mientras hablaba con él. En fin, no podía espera a que me hiciera todo lo que me dijo a través de la pantalla. En concreto me había hecho ilusiones con que me empotrase contra los azulejos de la ducha tal y como me había prometido.

Nada más llegar a su casa se me lanzó al cuello, algo que yo le había comentado por chat que me ponía a mil. Me hizo un chupetón mientras yo le frotaba la polla sobre los pantalones. Nos desnudamos con rapidez, comenzamos a sudar porque, me propuso hacerlo en la ducha y asentí rozándole el coño contra el muslo. Estaba eufórica, mi almeja aplaudía cachonda porque él iba a cumplir su promesa.

Jugamos bajo la ducha pasando nuestras bocas por el cuerpo del otro.

Besé sus marcados oblicuos antes de bajar a lamerle los huevos. Sus sonidos de perro en celo me animaron a chuparle la polla mientras me metía un par dedos en el coño para estimularme. Paré y le dije que me devolviera el placer, así que fue su turno de arrodillarse en la placa de ducha. Pasé una pierna por su hombro y me lamió el chumino haciéndome perder la cordura con su lengua puntiaguda. Mordió mis gordos labios vulvares subiendo el nivel de mi estado de lujuria. Hizo travesuras en mi clítoris con sus labios y su barba, irremediablemente llegué al clímax.

Cuando salió de la ducha por un condón agarré la alcachofa y aumenté la presión del agua antes de abrir las piernas y dejar que el agua impactará sobre mi clítoris. No siento pudor al masturbarme delante de mi pareja sexual, se lo había comentado a él por el chat y me confesó que le encantaría verme masturbarme con la alcachofa de la ducha. Ya que él iba a cumplir lo de empotrarme, decidí cumplir su húmeda fantasía y de paso gozarlo. 

Aquello lo puso verraco y vino hacia mí, elevándome en sus brazos contra los azulejos fríos para penetrarme. Me empotró contra la pared con fuerza e impaciencia haciéndome jadear como una jabata. No podía hacer mucho en esa posición más que rodearlo con mis piernas y ofrecerle las tetas como un rico manjar sobre su boca y eso es lo que hice.

Succionaba mis pezones y mordía mis pechos como un poseso mientas sus caderas se movían hundiéndose en mí con fuerza. A veces teníamos que detenernos para acomodar la postura y volver a empezar de nuevo, lo que resultó de lo más incendiario para mis paredes vaginales que se contraían contra su duro miembro.

El agua de la ducha estaba fría, pero nada podría haber sofocado las llamas que habíamos prendido. Estábamos follando salvajes, como conejos.

Él bajó el ritmo de las penetraciones, yo notaba que estaba muy duro y tal vez a punto de correrse y quiso alargarlo más. Ahora sus embestidas eran lentas y podía sentir toda su longitud friccionar con mi botón del placer antes de entrar en mí. Grité extasiada al llegar al siguiente orgasmo cuando escuchamos que alguien llamaba a la puerta insistentemente. Lo ignoramos, pero pronto unos gritos enfadados nos alertaron de que algo importante sucedía.

Me dejó bajo la ducha y cubrió su erección con una toalla para ver quién nos había interrumpido en pleno kiki.

Cerré el grifo y cogí una toalla, ya que nos habían cortado el rollo. No sabía si volveríamos a retomar el tema cuando el volviera de atender la puerta. Al menos me había dado tiempo a disfrutar del éxtasis. Escuché bastante alborotó fuera, mucha gente hablaba a la vez, incluso gritos algo agresivos.

Me vestí todo lo rápido que pude mientras escuchaba como el vecino de abajo se quejaba de que la humedad que tenía en su baño había empezado a chorrear agua. Hasta aquí todo normal, un accidente puede pasar, pero en este caso la tubería había reventado, dejando en la casa del vecino litros y litros de agua.

Parecía que mi cita acostumbraba a hacerlo en la ducha y además el estúpido tiraba los condones por el desagüe, lo que provocó un atasco que terminó reventando. No hagáis eso por nada del mundo, los preservativos a la basura.

Recogí mis cosas a toda velocidad y salí de allí con el pelo mojado esquivando a los vecinos furiosos por lo que había pasado. Estaba tan avergonzada por la situación, reconozco que fui una cobarde y nunca más volví a hablar con él chico.

Margot Hope