Hice match, un match de esos que no te esperas. Un match de estos a los que les dais el like por aquello de probar, pero que sabes perfectamente que no va a pasar, que no va a ser mutuo y que no va a suceder que un Dios griego como ese acaricie tus muslos con su barba, porque no, porque a ti no te pasan esas cosas.

Era calvo, con los ojos intensos, barba, hoyuelos, pómulos marcados, cejas pobladas, fuerte como roca y uno surcos en los laterales que bajaban a morir en su pubis que para morirte. Nunca he sabido cómo se llama esa parte del cuerpo, yo siempre la he llamado ‘tiene la V marcada’, voy a buscar un gif para que veáis de qué os hablo).

Mirad que V debajo del ombligo y encima del bañador, DIOS.

Pues nada, el caso es que yo le di un like distraído a mi calvo de temporada sin esperar el match, pero hubo match, vaya que si lo hubo. Yo flipaba mucho y como una es tonta del capirote, ¿qué pensé? pues tres posibilidades:

  1. Me ha dado el match sin querer.
  2. Este tiene fotos falsas y no es él.
  3. A lo mejor le gustan las gordas.

Casi rezo para que ganara la razón número tres. Pero no, no ganó ninguna, ganó una mucho peor.

Empecé a hablar con él y a parte de estar bueno, era majo, simpático, no escribía con faltas de ortografía y no parecía machirulo hunga-hunga. Nos dimos los instragrams, comprobamos que ambos teníamos vidas reales y no perfiles falsos, me dijo que le encantaban mis fotos riéndome porque se me achinaban los ojos y estaba monísima y yo le dije que a mí de él me venía a gustar básicamente todo. Le dije que estaba terminando de estudiar, que era mi último año de carrera y él me dijo que era conductor de metro y que vivía en Moratalaz. Pues buen barrio seguro, no he estado nunca, pero seguro que eso está lleno de gente buena como mi colega el conductor de metro buenorro.

Hablamos 48 horas no más, porque me dijo eso de ‘para qué perder el tiempo por aquí no vernos en persona’. Sí, mi capitán, toda la razón del mundo. Hicimos match viernes, nos situamos en domingo. Quedamos por la tarde, a las 17.30h. Me dice que me va a llevar a un sitio muy guay y diferente, que me ponga mona, que no me preocupe por el dinero que él invitaba a la primera y que la segunda ya corría de mi cuenta.

Me doy la ducha de la repara y protege. Me depilo, me echo todas las cremas que hay en mi armario, me corto las uñas de los pies, me seco y plancho el pelo, me maquillo de forma tal que parezca que casi no me he maquillado, me pongo lencería a juego porque una ya sabe cuál es el mejor de los escenarios posibles, me lavo los dientes a conciencia, mi mejor perfume y lista para triunfar.

Quedamos en el metro de ‘Lista’, el cual no conocía ni que existía, línea 7, naranja, porque el sitio al que me quería llevar estaba allí. Yo estoy en Madrid de Séneca haciendo aquí mi último año, así que tampoco entiendo mucho, pero vamos, que pa tomar una primera cerveza tenía más sentido en mi cabeza quedar en Sol o en Malasaña, pero como soy una provinciana como me dicen, pues se deja llevar.

Cuando salgo del metro él ya estaba allí apoyado en un coche. Tenía la camiseta puesta así no puedo confirmaros si la V estaba donde se veía en las fotos, pero sí puedo deciros que en persona era todavía más puto guapo. Era muy alto, muy fuerte y olía MUY bien que es casi lo que más me gustó y mira que me gustó todo. Pues nada, nos presentamos, empezamos a andar y me pasa el brazo por encima de la espalda… ¿¡HOLA?! ¿¡ESTO ES UN SUEÑO Y NO ME QUIERO DESPERTAR NUNCA?! EVIDENTEMENTE.

Pues nada, allá que voy yo por las calles de Lista con mi maromo encalomao a la espalda y llegamos, llegamos al sitio. REPITO: CINCO Y MEDIA DE LA TARDE DE UN DOMINGO. Club Divernis, se llamaba. Que de hecho ahora a toro pasado soy consciente de que me dijo el nombre antes de ir, podría haberlo Googleado, Instagrameado o cualquier otra cosa para investigar un poquito a dónde coño me iba a llevar un desconocido, pero no, ella es tonta de nacimiento.

Pues nada entramos y a mi ya se me antoja la cosa rara, me da un besito en la sien y me dice ‘ya verás que bien lo vamos a pasar’, con voz muy grave. Uy, uy, uy… Algo huele a caca y no es precisamente tu perfume, chato.

Nos atiende la chica de recepción, a él ya lo conoce, se dan dos besos y le pregunta ‘¿su primera vez?’ y él contesta ‘y espero que no la última’. Ambos se ríen, yo hago como que me río, pero en plan aspaviento, porque una tiene el don de la supervivencia y ya se intuía algo, lástima no haberlo hecho desde el match dos tardes antes.

Pues nada, la señora con tono super amable me empieza a explicar algo así (no prometo ser fiel a la realidad porque a mitad de discurso me quedé en shock y no sé qué he querido retener y qué no).

A ver cariño, bienvenida al club Divernis. Antes de que pases a las salas, te recomendamos que te tomes un par de copas para soltar el cuerpo y estar más abierta a lo que te vas a encontrar en su interior. Hay habitaciones a las que todavía no puedes pasar porque es tu primer día y los novatos tienen áreas restringidas hasta que se vayan acostumbrando poco a poco. El uso de preservativo es obligatorio en todo tipo de intercambio, no tienes que hacer nada que no quieras, puedes mirar lo que desees y para poder unirte a cualquier actividad que te llame la atención antes tienes que pedir permiso, igual que si alguien se quiere unir a ti, te preguntará antes. La comunicación es la clave, no tengas miedo o vergüenza, expresa tus deseos y seguro que encuentras a alguien que quiera complacerte. No tienes límite de tiempo, hoy por ser domingo la entrada está al 50%, el público serán todos menores de 25 años porque hoy es vuestro día, queremos que con vuestra economía podáis ir introduciéndoos en este mundo y os lo podáis permitir. Si encuentras a alguien mayor de esa edad es porque viene acompañado de un menor de 25 como tú’. 

Más o menos fue algo así, yo casi me mareo y me caigo redonda en el sitio. La miro a ella, lo miro a él y sin decir nada, cojo mis cuchillos y me voy. Tal cual, mutis por el foro, salida de emergencia, bomba de humo, taluego Mari Carmen. Mi calvo se viene detrás y me pregunta que qué me pasa. Le digo que cómo mierdas se le ocurre en una primera cita de domingo por la tarde llevarme a un sitio como ese y me dice que él me avisó, que hasta me dijo el nombre del local para que investigara.

Yo me callo porque tiene razón, pero en lugar de quedar como una gilipollas que no sabe usar internet, me puse a llorar que era, definitivamente, algo mucho más adulto y maduro. El chico no sabía dónde meterse con sus 33 años de edad, me dijo que no pasaba nada, que me fuera a su casa y que otro domingo ya lo intentábamos. Entonces le abracé (¿?) mientras seguía hasta hipando del llanto y le di las gracias por entenderme, los guapos siempre me han dejado subnormal.

Aún no sé si escribirle una vez más preguntarle si solamente me quería porque yo era menor de 25 y si solamente me quería para poder entrar a follarse a jovencitas, a lo que me contestó ‘A ver… contigo también hubiera follado’. Le respondí ‘AH HOMBRE VAYA, GRACIAS’. Así en mayúsculas tal cual, le bloqueé de WhatsApp e Instagram y me bebí una botella de vino blanco yo sola, un domingo por la tarde, así pa superar el disgusto.

Me quiero borrar el Tinder.

Anónimo

 

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