A lo largo de los años he usado esta aplicación de forma intermitente. ¿Qué estás soltera y a tope? La descargas. ¿Te hartas o encuentras a alguien? La borras. Me encontraba más bien en la primera así que ahí estaba yo buscando pasar el rato y tirándole ficha a lo que venía.

Entonces le vi. Un chico de oficina, apuesto, de mi edad, un extranjero viviendo en mi ciudad y a simple vista tenía fotos y un perfil bastante normales. Aunque parecía serio y sin sonreír en todas ellas por lo menos no tenía las típicas fotos con animales exóticos, o rodeado de chicas modelo, o con sus colegas fardando de una zona VIP en la mejor discoteca, etc. Todo muy simple, humilde, normal. Lo que buscaba. Le di “like” y al rato me saltó la alarma a mi también. Y empezamos a hablar. Todo normalísimo. Así que a la semana decidimos vernos en persona.

Antes ya habíamos hablado de lo que buscábamos y vimos que estábamos en la misma honda por lo que todo apuntaba a que ese día había fiesta. También me preguntó qué era lo que más me atraía de alguien (dato importante para la historia) a lo que yo contesté que era la mirada y la sonrisa: Ahí ves qué te transmite la persona y si hay conexión o no.

Quedamos en ir a cenar y luego ya decidir que hacíamos, pero yo ya iba lista y preparada con mi kit de supervivencia de «por si acaso»: condones y lubricante, bragas y cepillo de dientes. Cada cual tiene el suyo.

Cuando llegué al lugar de la cita estaba esperándome apoyado en un banco escuchando música. Lo recuerdo bien porque me fascinó y vi que las fotos eran reales. Bambas, tejanos anchos y un jersey de color morado. Cabe decir que no veo un torrao de lejos así que esto es todo lo que puedo decir desde lejos. Cuando ya se acercó confirmé que no había retocado las fotos tampoco: Alto, ancho de espaldas, con mirada profunda, tez oscura, pelo rizado rojizo… Pero a la que sonrió todo se fue al puto garete en un segundo.

No tenía dientes. NI UNO. OS LO JURO. Me quería morir. No sabía ni donde meterme ni qué decir. En mi cabeza tenía la imagen de su boca clavada y se me escapaba la risa floja al pensar que teníamos que ir a cenar: ¡¿a cenar qué si no puede ni masticar?! Intento ser buena persona siempre e hice un esfuerzo monumental por recomponerme y seguir adelante con la cita. ¿Quién sabe? Quizá ha ido al dentista y le pongan una dentadura nueva pronto, pensaba yo. Así que después de digerir el momento acabamos yendo a cenar y a tomar algo después… Pero yo erre que erre con mirarle los (no)dientes.

 

Al final desistí y después de tomar algo llegó el peor momento. ¿Cómo le digo que quiero ir a mi casa sola sin sonar superficial? Era obvio que iba a saber el motivo de no querer nada con él. Me acompañó al metro y cuando me preguntó si quería ir a su casa me tardé tanto en encontrar las palabras que incluso me llegó a besar. Muy raro todo, ¿habéis besado alguna vez a un mellao? Es como no toparse con nada: No hay dientes no hay barreras. Sentía que podría absorberme. Todo blando y baboso. Yo me quería morir y después de apartarle y de mucho insistir conseguí irme a mi casa. Él estuvo unos días preguntándome qué había pasado y por qué me había ido así… Supongo que no supo relacionar los hechos. Angelito mío, ¡qué lástima!

Y sé que alguna me tachará de superficial o poco body positive… pero es que los dientes amigas… ¡los dientes!

Moreiona