Cuando quedé con Ricardo llevaba poco tiempo soltera y quería pasarlo bien. Era amigo de una amiga, pero la verdad es que nunca me había fijado en él hasta que me salió en Tinder y pensé: ‘pues por qué no’.

Se ve que él pensó lo mismo, porque me devolvió el match y empezamos a hablar a tope. Ya nos habíamos visto en persona, así que esa parte estaba superada, y supongo que fue por eso que tardamos poco en empezar a cerdear sin pudor. Empezamos a decirnos todo lo que nos haríamos en nuestra primera cita, y he de reconocer que su forma de expresarse me calentó a mil. Es un tío muy culto y con un léxico muy amplio, así que su forma de relatarme todas las guarradas que quería hacerme me cautivó por completo.

Después de una semana y pico en la que tuvimos que aguantarnos las ganas por incompatibilidad de horarios, por fin pudimos quedar en persona. Nos saludamos con dos castos besos y sonrisa picarona. Es curioso, la última vez que nos habíamos visto, ni tan siquiera nos habíamos fijado mucho en el otro, y sin embargo ahora se nos notaba a los dos deseosos de quitarnos toda la ropa.

Nos tomamos las cervezas de rigor y acabamos en su casa. Morreos ya desde  el ascensor y a mi ya me sobraban las bragas.

Nos sentamos en el sofá del salón. Pasé mi mano por su paquete, y al ver lo duro que estaba quise desabrocharle el pantalón para hacerle una chupadita de bienvenida. Me paró en seco y me dijo: ‘no hemos venido a esto’.

Me quedé blanca. Por un momento pensé que no iba a querer nada más y me iba a mandar a mi casa de vuelta, pero no. Continuó.

‘A mi lo que más me excita es dar placer, no recibirlo. Tu placer es el mío, así que si no te importa, me gustaría que te olvidases por un día de todo y me dejases hacer a mi’.

Y no, no estaba de broma. Me bajó las bragas y se entregó a comerme el asunto hasta que vi las estrellas. Luego me preparó algo de cenar, y con el postre volvió a bajar a darme lo mío.

No me dejó tocarle. Tampoco le interesaba la penetración. El solo quería comerme el coño y lo cierto es que se le veía disfrutar tantísimo que no se me ocurrió oponerme a a aquello.

Reconozco que por la concepción tradicional que tenemos del sexo, llegué a plantearme que quizás había malo en lo que hacíamos. Porque sí, a raíz de ese encuentro hubo unos cuantos más y en todos se repitió exactamente lo mismo. Al final llegué a la conclusión de que debía disfrutar de haber encontrado a un hombre cuyo disfrute fuera el mío y aprovechar la lotería que aquello suponía durante el tiempo que durase.

Ahora tengo novio y el sexo es estupendo, pero reconozco que alguna vez echo de menos aquellas tardes eternas con Ricardo en las que mi única preocupación era mirar al techo, gemir y disfrutar.

Alexia M.

 

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