No me preguntéis cómo pasó porque aún no estoy segura, de hecho me dedico cada rato a intentar asumir en qué momento las cosas pueden torcerse tanto, cómo una persona aparentemente es una cosa y de repente… ¡PUF! Todo se esfuma y no sabes muy bien cuándo, cómo ni por qué. O quizá sí.

Pues bien, yo llevo usando Tinder ya no sé ni los años, la verdad, pero vamos, que soy de las pioneras. Tengo un claro amor-odio con respecto a la aplicación, así que eso, me la he descargado y desinstalado ya no sé ni las veces, la verdad. Sin contar claro con las larguísimas temporadas en las que la tengo ahí, pero como si no estuviera, me he pasado MESES sin llegar a abrirla.

El caso es que cuando volví de las vacaciones de verano a la capital pues no sé, me dio otra vez por ahí y empecé a dar algún que otro like por si yo que sé aparecía alguien, no busco nada en concreto la verdad, estoy abierta a todo: desde unas cervezas de risas, a un polvo salvaje a encontrarme con el amor de mi vida. Así soy yo, always dispuesta a to.

Pues bien, di con él hace como dos meses y la verdad es que jodidamente increíble desde el principio. Me encantaron sus fotos, pero muchísimo más su descripción, que tampoco es que dijera nada del otro mundo, pero no sé, que me pareció interesante el chaval. Dejaba claro que le encantaba la comida, las cervezas, la música como estilo de vida y que si alguien quería siempre estaba dispuesto a dar una Pokevuelta.

Con lo último es que me ganó, ya quería que fuera mi novio para toda la vida. Así que nada, le abrí conversación y le pregunté que cuándo quería que quedáramos por el retiro para ir con el Pokemon Go a cazar, el chaval me pareció la cosa más maja y más tierna del mundo y yo qué sé, que me encantaba.

Quedamos, pero antes estuvimos hablando durante más de dos semanas y joder, la verdad es que qué bien iba todo. Me parecía muy decente, atento, detallista y siempre dispuesto a hacer chistes. Me contó más en profundidad lo de su pasión por la música, a lo que se dedica desde que tiene 4 años, sus padres lo empezaron a formar y a día de hoy vive de eso, al parecer es el puto amo, pero bueno, me da a mí que me voy a quedar con la ganas de verle tocar alguna vez porque madre mía el traumita.

Pues eso, la primera cita fue paseando por el Retiro, pero luego tuvimos como seis más antes de llegar a mayores. Creo que nos besamos como en la tercer, iba todo bien, como a mí me gusta, sin prisa pero sin pausa. El chaval era muy interesante, inteligente y súper gracioso, con un humor un poco raro, pero no sé, yo le pillaba mazo los chistes y me pasaba horas riéndome con él.

El caso, el problema, la movida tocha que aún no sé seré capaz de aceptar y asumir fue en el momento sexo, de verdad que aún no sé muy bien ni qué narices pasó ahí, porque fueron tantas cosas que cada vez que lo cuento o lo reconstruyo en mi cabeza flipo un poco más, la verdad.

Llegamos a su casa, después de cenar en un italiano, yo estaba un poco nerviosa y me dijo que nos bebíamos una copa de vino, le dije que sí, que claro, que seguro que ayudaba a que me relajara un poco. Pues hasta ahí todo genial, los dos solos en su apartamento bebiendo vino, escuchando su música de melómano inteligente y empezando a calentar motores, de besitos pasamos a manitas y de manitas a quitarnos ropa.

Bueno, la verdad es que tampoco nos quitamos demasiada porque el chaval en el momento que me quité el sujetador tuvo suficiente. De verdad, es que parecía un maldito dibujo animado, os lo juro. Se le salían los ojos de las órbitas, era súper raro, empezó a tocarme las tetas muchísimo, pero no con ansia, tampoco con cuidado, es que no sé cómo explicarlo. Como si me las tecleara, en plan despacio, con calma, pero como si le fuera la vida en ello.

Era como una cosa así, pero con amor. Amor raro, desde luego. El caso es que se centra en mis pezones, yo estaba como un poco abrumada porque no entendía nada, lo veía ahí absorto en mis tetas que tampoco me sentía yo muy preparada para cortarle el rollo al chaval, de hecho le hablé un par de veces pero era como si no escuchara, como si de repente estuviera sordo.

Al final decidí que era mejor estarse quieta y dejarle hacer, que ya se cansaría, pero no, no se cansó. Estuvo leyéndome las tetas en braille como diez minutos, que igual se os hace corto así de boquita, pero meteros en la situación y veréis que largos son diez malditos minutos. Pues nada, el chaval tocó su mejor obra como músico en mis tetas y acabó.

Sí acabó, terminó, se corrió. Sin tocarme nada más, sin que yo le tocara nada a él. Los dos sin parte de arriba y ya, fue suficiente. Es que cada vez que lo pienso flipo, no me tocaba el totamen ni de forma sexual, es que joder, ojalá tener palabras para poder explicarlo. Era como un científico, ay no sé.

El caso es que desde entonces es como que el chaval no me gusta, cada vez que pienso en él mis pezones se ponen alerta y no precisamente para bien, es como que le han cogido miedo y yo ya no sé si soy una jodida superficial o qué pasa, pero de verdad que no sé qué hacer, si volver a verle o dejarle como cosa perdida, que igual fue cosa de un día o realmente el chaval entiende el sexo como eso, mira, de verdad, yo pensaba que esto de los folladramas era cosa de cuentos, pero no, hay cada espécimen suelto por ahí que madre del amor hermoso.

¿Vosotras qué haríais le darías otra oportunidad o hasta luego Mari Carmen?

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Anónimo

 

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