Por cuestiones de curro me tuve que ir a Galicia una semana para la presentación de un proyecto en el que mi empresa llevaba un año trabajando. Como no tenía nada mejor que hacer, decidí bajarme Tinder y así aprovechar las tardes que tenía libre después del curro. En una de esas tardes conocí a Carlos. No es que fuera mi amor a primera vista ni el futuro padre de mis hijos pero para lo que estaba buscando, pues chica, me encajaba a la perfección.
Estuvimos hablando unos dos días y al tercero me invitó a tomar algo y como yo ya estaba preparada para matar, dije que sí.

Las cañas se alargaron y la cosa acabó en cena en su casa y una promesa de un polvete – al menos uno medio decente- y quizás un par de arrumacos detrás. Y hay que decir que el chaval cumplir, cumplió. La cosa está en que justo cuando estaba medio ida en el limbo post orgasmo – segundos antes de que la cosa empiece a ser incómoda y no veas el momento de coger tu ropa y pirarte – Carlos se pone tenso y me dice que no me asustara pero que su abuela estaba en la habitación.

Claro y yo mirando con cara de dónde está Iker Jiménez cuando te hace falta.

Seamos claras: no hay ningún contexto en el que un tío al que acabas de conocer te diga que  el fantasma de su abuela muerta está en la habitación y no te cagues como si no hubiera un mañana. O al menos si no eres una friki de lo paranormal como yo, porque una vez pasado el canguele inicial la verdad es que el chaval me explicó que llevaba un par de meses sintiendo la presencia de su abuela y que sabía a ciencia cierta que era ella. Me dio mucho mal rollo la cosa pero tampoco era plan de decirle nada estando en su casa…

Ni que decir que no me quedé a dormir. Y menos con un fantasma voyeur.

 

fantasma