TODAS LAS TETONAS SABEMOS KUNG-FU

Una de las películas ochenteras que guardo en mi recuerdo y que supongo muchas de vosotras también, es Karate Kid. Ese chaval que aprende artes marciales a base de “dal sela, pulil sela”, barnizar verjas de jardín y un sinfín de quehaceres cotidianos varios. Pues bien… como tetona que soy desde la pubertad (el mote de instituto “Martetas” me abala), me proclamo oficialmente (a mí y a todas mis compañeras tetonas) expertas todopoderosas del arte del kung-fu, karate, muay thai, y todas las modalidades que os salgan del mismísimo papo. Ya está. Podéis recoger vuestro título cuando queráis. 

Y es que, si el joven Daniel LaRusso hubiera estado dotado de una buena delantera, no le habría hecho falta tanto entrenamiento. Las tetonas lo sabéis, pero para el resto lo voy a explicar…

Primero os pondré en antecedentes… Toda tetona adolescente se compra los sujetadores pequeños. Punto. Esto es tan verdad como que para encontrar tu talla (al menos cuando yo era adolescente) te tenías que ir a la sección de anti-morbo, más conocida como “señoras”, pero que en realidad eran fajas para las tetas. Resultado: sujetador pequeño y unas pechugas apretadas deseando salir de su prisión. Y salían… ¡vaya que si salían! Lo que te obligaba a recolocarte el pechamen para meter a las nenas en la jaula. 

Y con el tiempo no mejora… Después de dar el pecho a tres criaturas, tus adoradas pechugas (aunque escapistas) aún turgentes, se convierten en dos blandiblus que, si te agachas acaban fuera, si saltas acaban fuera, si giras fuerte acaban fuera y si le das al reggaeton acaban fuera.

Dicho esto, os informo de que con los años una va adquiriendo habilidades ninjas con las que recolocar las tetas sin usar las manos. Un movimiento de hombro… un apretón lateral con los antebrazos… un tironcito con efecto del tirante del suje… un me cruzo de brazos pero en realidad estoy haciendo una maniobra nunca vista de recoloque desde el lateral…

Y los escotes… ¡Uy los escotes! Una tetona desarrolla la habilidad de saber hasta qué punto le asoma la pechuga sin mirarse. Ya sea por una percepción extrema de la temperatura… por un sexto sentido de comunicación telepática con la zona… o por el número de veces e intensidad con la que te mira la persona que tienes enfrente el escote (inversamente proporcional a la que te mira a los ojos).

Pero sobre todo… el clímax de control kung-fu se alcanza cuando… sí señoras… ¡TE TIRAS DE CABEZA A LA PISCINA! Tres segundos de pura intensidad y adrenalina. Tres segundos desde que te sumerges hasta que asomas de nuevo la cabeza. Tres segundos para: tirarse con estilo, entrar al agua cual nadadora artística, y una vez dentro… ¡Ay amiga! Una vez dentro y camino de vuelta a la luz y a los ojos ajenos:

– Buscar la parte de arriba del bikini (dependiendo de si lleva tirantes o va al cuello o si es palabra de honor será más o menos complicado)

-Localizar la forma correcta de la copa (bikini de triángulo, olvídalo, vas a salir con un isósceles invertido casi fijo)

– Meter las lolas de nuevo en su sitio (a poder ser con los pezones centrados, nadie quiere que sus domingas parezcan un tributo a Leticia Sabater)

– Comprobar que ninguna etiqueta asoma (esto es ya nivel avanzado).

– Colocar los tirantes todo lo arriba que te dé sin sacarlas por debajo (no vaya a ser que salgas del agua y las tetas no te lleguen al cogote).

– Asomar la cabeza (inclinada hacia atrás por supuesto) simulando ser una sirena o un anuncio de Herbal Essences. 

 Y sales victoriosa con tu cara de “aquí no ha pasado nada”, cuando en realidad acabas de hacer la mayor demostración de que las tetonas tenemos casi poderes sobrehumanos. 

Por no hablar de ir a coger olas a la playa… Eso sí que es ya para tetonas consagradas. Porque ahí no hay tiempo de reacción. Tienes que desarrollar la táctica de la media vuelta con sujeción. O lo que es lo mismo, cada vez que viene una ola, saltar y girar en el aire para así pillarla de espaldas mientras haces una cruz con los brazos sobre el pecho y metes lo que se haya podido salir fruto del saltito. Y todo ello con cara de “qué divertido es esto por favor que no venga otra ola traicionera en lo que me recompongo de esta”.

Dicho esto, amigas tetonas, enhorabuena. Sois unas diosas del kung-fu.

Y amigas no tetonas, la próxima vez que veáis a una amiga tetona salir del agua tras una zambullida de cabeza… un aplauso por favor.

 

Marta Toledo